Primera. Isaías 22,19-23. El profeta anuncia la destitución de un mayordomo real (el equivalente al primer ministro de nuestros días) y la llegada de uno nuevo. A este se le darán las llaves del palacio como signo de su autoridad. Esta imagen la usará Jesús, que anuncia a Pedro que le dará "las llaves del reino de Dios".
Salmo 137. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.
Segunda. De la carta a los Romanos 11,33-36. San Pablo canta agradecido porque la fe no es el resultado de una investigación humana o de una búsqueda racional, sino la respuesta a Dios que revela salvando a quien confía en él.
Evangelio. Mateo 16,13-20. Jesús pregunta a los discípulos. -¿Quién soy yo para vosotros? Ante la respuesta de Pedro, le anuncia que le dará las llaves del reino.
Pedro es impetuoso y afirma rápidamente que Jesús es lo más importante para él, confesándolo como "el Hijo del Dios vivo". Ya sabemos que en otros momentos no será tan valiente y negará a su maestro.
De todas formas, Jesús anuncia que quiere construir su Iglesia sobre la fe débil y vacilante de Pedro, porque él cuenta con hombres imperfectos (como tú y como yo) para realizar su obra de salvación.
Cuando tomamos conciencia de estas cosas, solo podemos exclamar como san Pablo en la segunda lectura: "¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento el de Dios! A él la gloria por los siglos. Amén".
Ya he comentado el evangelio de hoy en las versiones de los distintos evangelistas:
- ¿Quién es Jesús para mí? Versión de Mateo, que es la que se lee este año. Conocerle no es una curiosidad. Es mucho más que un fenómeno de la cultura. Es algo que pone en juego nuestra existencia. Porque con Jesús no ocurre como con otros personajes de la historia. Que César pasara el Rubicón o no lo pasara, es un hecho que puede ser verdad o mentira, pero que en nada cambia el sentido de mi vida. Que Carlos V fuera emperador de Alemania o de Rusia, nada tiene que ver con mi salvación como hombre. Que Napoleón muriera derrotado en Elba o que llegara siendo emperador al final de sus días no moverá hoy a un solo ser humano a dejar su casa, su comodidad y su amor y marcharse a hablar de él a una aldehuela del corazón de África. Pero Jesús no, Jesús exige respuestas absolutas. Él asegura que, creyendo en él, el hombre salva su vida e, ignorándole, la pierde. Este hombre se presenta como el camino, la verdad y la vida (Juan 14, 6). Por tanto -si esto es verdad- nuestro camino, nuestra vida, cambian según sea nuestra respuesta a la pregunta sobre su persona.
- ¿Quién dice la gente que soy yo? Versión de Marcos. En el evangelio, las opiniones están divididas: unos piensan que es un santo y otros que está endemoniado, unos que es un profeta de Dios y otros que es un embaucador. Los discípulos solo se atreven a exponer las positivas, que identifican a Jesús con un profeta. Pero a Jesús no le sirve lo que dice la gente. Pregunta directamente a sus discípulos (y a cada uno de nosotros): ¿Quién soy yo para ti?, ¿qué lugar ocupo en tu vida?
- ¿Qué lugar ocupa Jesús en mi vida? Reflexión a partir de la versión de Lucas. Hay muchas cosas que no comprendo y otras muchas de las que no tengo certeza, pero de lo que no me cabe ninguna duda es de que aunque yo soy infiel a su amistad, Jesús permanece siempre fiel a sus promesas. No me da su amor porque soy bueno, sino porque Él es bueno. No me da su perdón porque lo merezco, sino porque Él es misericordioso. No me acoge en su Iglesia porque soy digno de ello, sino porque Él es generoso.
- Creo en Jesucristo, nuestro Señor. Creo en un Señor que nació en la pobreza de un establo, que ocupó voluntariamente el último lugar, que tuvo que emigrar a un país extranjero y ganarse el pan con el sudor de su frente, que conoció el hambre y la sed. Yo creo en un Rey que lava los pies de sus discípulos, que no ha venido a ser servido, sino a servir, que muere por los pecadores y que es fuente de libertad.
- Jesús y yo. El alma enamorada, cuando se une con Cristo en el matrimonio espiritual, entiende que toda la historia de la salvación la afecta personalmente: la creación, el pecado, la alianza, la redención. Dios ha pensado en mí desde toda la eternidad y ha dispuesto todo para que yo, en el momento oportuno, pueda hacer experiencia de su amor, para que pueda abrirme a su gracia y recibir su bendición. Y, a pesar de todo, no me obliga a recibirle, respeta mi libertad, se hace mendigo de mi amor, me suplica que le abra las puertas de mi corazón.
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