Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 9 de agosto de 2023

Quien no ha visto Sevilla, no ha visto maravilla


Sevilla es una ciudad patrimonio de la humanidad, que tiene unos 700.000 habitantes, más de 1,500.000 con su área metropolitana. Su casco antiguo es el más extenso de España y uno de los más grandes de Europa (solo superada por algunas ciudades italianas). Está solo a 7 metros sobre el nivel del mar y su terreno es muy llano.

Aunque está a 90 km. del mar, el Guadalquivir es navegable y su puerto ha tenido mucha importancia a lo largo de los siglos. Tiene dos universidades públicas, con unos 80.000 estudiantes. Como curiosidad, recordemos que hay 153 óperas ambientadas en esta ciudad, como Las bodas de Fígaro, Don Giovanni, El barbero de Sevilla, La fuerza del destino y Carmen.

Se dice que «quien no ha visto Sevilla, no ha visto maravilla». La tradición decía que la ciudad había sido fundada por Heracles, hijo de Zeus (en la mitología griega), que correspondía a Hércules, hijo de Júpiter (en la mitología latina). El nombre procede del fenicio «Hisbaal», atestiguado en la Biblia y en otros textos antiguos. A lo largo de los siglos, en la antigua Híspalis se han asentado los tartesios, los fenicios, los cartagineses, los romanos, los visigodos, los musulmanes... Hasta los vikingos la conquistaron dos veces en el siglo IX.

Desde su reconquista por los cristianos en el siglo XIII por Fernando III el Santo, allí tenían sede los principales banqueros genoveses y alemanes. Y desde finales del siglo XV, después de la llegada de Colón a América en 1492, fue la capital económica del Imperio español. De hecho, junto a la catedral se conserva el «archivo de Indias». Hoy es una de las ciudades que más turistas atrae en España y en el mundo entero.

Sevilla presume de tener la catedral más grande de la cristiandad y el edificio religioso con más metros cuadrados construidos del mundo, con 116 metros de largo por 76 metros de ancho en el templo, más las otras dependencias (sacristía, sala capitular, archivo, etc.). Al principio se utilizó como catedral la mezquita mayor, con algunas reformas, pero el edificio actual comenzó a construirse en 1401 y se terminó en 1506, aunque a lo largo de los siglos se siguieron construyendo y transformando algunos de sus espacios. Los canónigos del siglo XV determinaron hacer «una iglesia tan hermosa y tan grandiosa que los que la vieren labrada nos tengan por locos». En el acta capitular en que determinan iniciar las obras, se dice que la nueva obra «debe ser una tal y tan buena, que no haya otra su igual».

En esta catedral están enterrados Cristóbal Colón y los reyes Pedro I el Cruel, Fernando III el Santo y Alfonso X el Sabio, entre otros personajes.

Conserva numerosos tesoros artísticos en todas las disciplinas (hierro forjado, pintura, escultura, orfebrería, textiles, pergaminos, etc.). 

¿Quién no ha oído hablar de la “giralda”, la torre-campanario de su catedral? Antiguo alminar almohade de la mezquita mayor, con 900 años de edad y casi 100 metros de altura.

La torre del oro junto al río Guadalquivir tiene cien años menos y la mitad de su altura, pero compite con su hermana mayor en gallardía y en el número de leyendas que hablan de ella: desde que era el refugio de las amantes de rey, pasando por las cadenas irrompibles que se extendían desde ella hasta su hermana gemela, que estaba situada al otro lado del río, al brillo deslumbrante de su superficie cuando reflejaba los rayos del sol...

¿Qué podemos decir de su real alcázar que no se haya dicho ya mil veces? En él se unen el arte islámico, mudéjar, gótico, renacentista y barroco, dando lugar a unos de los palacios más sugestivos del mundo, que también conserva unos jardines impresionantes. En él se han rodado escenas de más de 14 películas famosas. Así comienza un poema que Luis Cernuda dedicó a sus jardines:

Escondido en los muros / este jardín me brinda
sus ramas y sus aguas / de secreta delicia...

De la plaza España, con sus bancos de azulejos representando a las provincias españolas y sus brazos abiertos para abrazar las tierras americanas, se ha dicho muchas veces que es la más hermosa del mundo.

Las carmelitas descalzas fueron fundadas por santa Teresa de Jesús y conservan muchos recuerdos de la santa (el libro de las moradas, el único retrato que le pintaron en vida, su capa, etc.).

¿Y qué podremos decir del parque de María Luisa, con sus 340.000 metros cuadrados de árboles, flores, glorietas, edificios impresionantes, fuentes, esculturas y rincones asombrosos? Un simpático poema de Juan Antonio Cavestany, comienza así:

Escuche usté, amigo: / ¿Ha estao usté en Sevilla?
¿Ha visto usté el parque / de María Luisa?
¿Qué no lo conoce? / ¿Qué no ha estao usté allí?
Pues..., usté no sabe / lo que es un jardín.
No, señó; / No lo sabe usté, / se lo digo yo.

El parque -el paraíso- está en la orilla
del río más juncal y más cañí
que hizo Dios, pa lucirse haciendo ríos...

¡Ah, la Macarena y su templo! Así la cantaba Federico García Lorca:

En mi vaso la luna redonda, / ¡diminuta!, se ríe y tiembla.
Pepín: ahora mismo en Sevilla / visten a la Macarena.
Pepín, mi corazón tiene / alamares de luna y de pena...

Así comienza otro poema de Manuel Machado:

¡Virgen de la Esperanza! ¡Macarena!
Y una explosión de sol y de armonía, / y un fluir generoso de alegría…
¡Y un sentir que está el alma toda llena!… / ¡Virgen de la Esperanza! En tu morena
cara divina el sevillano día / toma toda la luz de tu poesía…

Así la cantaba Fernando Villalón:

¡Madre mía de la Esperanza, / Novia de los macarenos!
¡La de la noche en los ojos! / ¡La de la gracia en el cuerpo,
bordado de lentejuelas / como el cuerpo de un torero!
¡La más bonita del barrio! / Llévame contigo al cielo
y enséñame aquellas cosas / a mí, que soy macareno.

Es imposible recoger aquí todos los versos y cantos que se han dedicado a la advocación mariana más famosa de Sevilla.









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