Murió el 17 de agosto de 1438. En Florencia recibió culto desde el principio, con el nombre de "beato Angiolino", que era su nombre de bautismo. Su culto fue confirmado por la Santa Sede en 1761.
En los cuadros antiguos se le representa predicando (con una mano en lo alto) y de su boca salen flores, indicando la belleza de sus palabras. A veces lo acompaña un libro, porque era profesor de teología
Oración colecta. Dios todopoderoso y eterno, que has santificado este día de júbilo con la glorificación del beato Ángel Agustín; concédenos, por tu bondad, mantener firmemente y consolidar con obras aquella fe profunda que él testimonió con celo infatigable. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Oración sobre las ofrendas. Dios de bondad, que en el beato Ángel Agustín has querido destruir el hombre viejo y crear en él un hombre nuevo, a tu imagen; concédenos, por sus méritos, ser renovados por ti, como él lo fue, para que podamos ofrecerte un sacrificio que te sea agradable. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Oración después de la comunión. Te rogamos, Señor, que nosotros, tus siervos, fortalecidos por este sacramento, aprendamos a buscarte sobre todas las cosas, a ejemplo del beato Ángel Agustín, y a ser nosotros, mientras vivamos en el mundo, imagen del hombre nuevo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Oración sobre las ofrendas. Dios de bondad, que en el beato Ángel Agustín has querido destruir el hombre viejo y crear en él un hombre nuevo, a tu imagen; concédenos, por sus méritos, ser renovados por ti, como él lo fue, para que podamos ofrecerte un sacrificio que te sea agradable. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Oración después de la comunión. Te rogamos, Señor, que nosotros, tus siervos, fortalecidos por este sacramento, aprendamos a buscarte sobre todas las cosas, a ejemplo del beato Ángel Agustín, y a ser nosotros, mientras vivamos en el mundo, imagen del hombre nuevo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Observando nuestra Regla
con fervores siempre nuevos,
escalaste las alturas
de nuestro santo Carmelo.
El primero en el trabajo,
constante, probo, modesto,
tus palabras convencían,
pero arrastraba tu ejemplo.
Brillante por la elocuencia,
ardiente en divino celo
doquier la paz afirmabas
en los cristianos preceptos.
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