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lunes, 21 de agosto de 2023

San Pío X, el primer papa que no provenía de una familia noble en muchos siglos


El 21 de agosto se celebra la fiesta del papa san Pío X (1835-1914), que nació en el seno de una familia muy pobre, hasta el punto de que cada día tenía que caminar descalzo varios kilómetros para poder asistir a la escuela. Como quería ser sacerdote, el párroco de su pueblo le consiguió una beca para que pudiera estudiar en el seminario.

Una vez ordenado de cura, durante 9 años fue coadjutor (ayudante del párroco) en Tómbolo, 9 años fue párroco de Salzano, 9 años canónigo en la catedral de Treviso, 9 años obispo de Mantua, 9 años arzobispo de Venecia y solo rompió ese esquema como papa, cargo en el que se mantuvo 11 años.

Hizo todo lo posible para evitar la primera guerra mundial y dicen que murió de pena cuando tomó conciencia de que sus esfuerzos no habían servido para detener el conflicto.

Su elección como papa fue complicada. Durante siglos, los papas también fueron reyes de los estados pontificios, por lo que los cardenales eran príncipes de las grandes familias, que elegían papa a alguno de ellos. 

A lo largo del siglo XIX se nombraron obispos de algunas sedes cardenalicias a sacerdotes que destacaban por su piedad e integridad, aunque no provinieran de la nobleza.

Cuando murió León XIII, los cardenales votaron al cardenal Rampolla, pero el cardenal de Checoslovaquia anunció que el emperador de Austria no lo aceptaba y ejercía su derecho de veto a la elección.

Los cardenales no se pusieron de acuerdo con los posibles candidatos. Para salir del atolladero, al final votaron a uno que no pertenecía a ninguna familia noble ni a ningún grupo de presión: al arzobispo de Venecia.

La primera ley que firmó como papa fue la que prohibía que los gobernantes pudiera intervenir en las votaciones de los cardenales, asegurando la total independencia de la Iglesia en sus elecciones.

Después de él volvieron a elegir papas de entre los cardenales nobles, hasta Juan XXIII, en que se acabó definitivamente con esa práctica.

Es significativo que los papas de la época de las persecuciones son todos santos y mártires. En los siglos siguientes aún encontramos varios santos hasta el s. IX. Pero a partir de ese momento, en que los papas adquieren cada vez mayor poder civil, hasta convertirse en reyes, solo encontramos a san León IX y san Gregorio VII (s. XI), san Celestino V (s. XIII) y san Pío V (s. XVI). Apenas 4 entre más de 200. 

Se ve que, desde que fueron considerados reyes y ejercieron el poder temporal, se dedicaron más a la administración de los Estados Pontificios y se ocuparon con menos intensidad de la práctica de las virtudes evangélicas.

Los 10 últimos papas, desde la caída de los estados pontificios en 1870, son todos santos, beatos o venerables. Y tanto el anterior (Benedicto XVI) como el actual (Francisco) son también personas de una profunda honestidad. 

Volviendo a san Pío X, en muchos sentidos puede considerársele un papa reformador:

Es el papa que promovió la codificación del derecho canónico. Hasta entonces había miles de normas emanadas a lo largo de los siglos, pero nunca se habían recogido en un único código todas las leyes fundamentales que gobiernan la Iglesia como institución.

Además, después de leer la Historia de un alma de santa Teresita (que aún no estaba canonizada ni se había incoado el proceso), determinó que los niños pudieran tomar la primera comunión al llegar la edad de la razón, cuando supieran distinguir entre el pan normal y el pan consagrado. (Hasta entonces no se podía hacer la primera comunión antes de los 11 años y a veces se retrasaba más).

También por influencia de la lectura de santa Teresita permitió y favoreció la comunión frecuente de los fieles, que hasta entonces la recibían muy raramente.

Otra de sus grandes iniciativas fue la fundación del pontificio instituto bíblico, para estudiar en profundidad las Sagradas Escrituras y favorecer las traducciones a los idiomas modernos.

Animó a la fundación de seminarios regionales, para que los estudiantes tuvieran buenas bibliotecas y buenos profesores, que a veces eran difíciles de mantener en las diócesis pequeñas o más pobres.

Siendo párroco, publicó un catecismo para los niños que se preparaban a recibir la primera comunión. Como obispo de Mantua trabajó para que se publicara un catecismo unificado para toda Italia. Como papa, publicó un catecismo para la Iglesia universal.

Deseando que los fieles participaran activa y devotamente en las celebraciones litúrgicas, formó comisiones de estudio y dio normas sobre el canto en la Iglesia y las celebraciones de los sacramentos.

Lo extraño es que algunos grupos tradicionalistas lo han tomado como su santo protector, rechazando que después de él puedan hacerse nuevas reformas y adaptaciones en la Iglesia, justo lo contrario de lo que él hizo.

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