El 11 de agosto se celebra la fiesta de santa Clara de Asís (1194-1253), discípula de san Francisco e iniciadora de la rama femenina de su Orden en la famosa iglesia de san Damián, donde se consagró a vivir siguiendo el evangelio en pobreza, oración, trabajo manual y alegría.
Elogio del martirologio. Memoria de santa Clara, virgen, que, como primer ejemplo de las Damas Pobres de la Orden de los Hermanos Menores, siguió a san Francisco, llevando en Asís, en la región italiana de Umbría, una vida austera pero rica en obras de caridad y de piedad. Insigne amante de la pobreza, no consintió ser apartada de la misma ni siquiera en la extrema indigencia y en la enfermedad.
Oración colecta. Padre de las misericordias, que infundiste en santa Clara un profundo amor a la pobreza evangélica, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo a Cristo pobre, merezcamos llegar a contemplarte en tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Lectura del profeta Oseas (2,14-20).
Esto dice el Señor: Yo la cortejaré, me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón. Y me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que la saqué de Egipto. Me casaré contigo en matrimonio perpetuo; me casaré contigo en derecho y justicia, en misericordia y compasión; me casaré contigo en fidelidad, y te penetrarás del Señor. Palabra de Dios.
Salmo responsorial (Sal 44). Llega el Esposo; salid a recibir a Cristo, el Señor.
Escucha, hija, mira: inclina el oído; olvida tu pueblo y la casa paterna: prendado está el rey de tu belleza, póstrate ante él, que él es tu señor.
Ya entra la princesa bellísima, vestida de perlas y brocado; la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes; la siguen sus compañeras.
Las traen entre alegría y algazara, van entrando en el palacio real.
Lectura del santo evangelio según San Juan (15,4-10).
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
–Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.
Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Oración de los fieles. Oremos al Padre de las misericordias, de quien procede todo don perfecto y, por intercesión de santa Clara, supliquémosle humildemente diciendo:
— Señor, escucha nuestra oración.
Tú que eres el solo santo y el bien sumo,
— haz que aumente la santidad en tu Iglesia, para que te amemos y conduzcamos a los demás a tu amor.
Tú que nos dejaste un ejemplo de perfección en santa Clara,
— concédenos seguir su ejemplo, viviendo en pobreza y humildad.
Tú que enviaste a tu Hijo como camino, verdad y vida,
— danos la misma fidelidad al evangelio que suscitaste en santa Clara.
Tú que eres fuente de la verdadera sabiduría, inflama nuestros corazones en tu amor,
— para que, cumpliendo tu Palabra, sepamos elegir siempre la mejor parte.
Tú que quieres de tus elegidos la abundancia de los frutos de tu Espíritu,
— concédenos anhelar sobre todo tener el Espíritu del Señor y ser fieles a sus inspiraciones.
Escucha, Señor, nuestras súplicas, que hoy te presenta canta Clara, abogada e intercesora nuestra. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Oración sobre las ofrendas. Recibe, Señor, los dones que humildemente te ofrecemos en memoria de tu virgen santa Clara, y concédenos, por esta hostia inmaculada, permanecer ardiendo en tu presencia por el fuego sagrado de tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Prefacio. El Señor esté con vosotros. Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque impulsaste a tu sierva santa Clara con el ejemplo de san Francisco a seguir las huellas de tu Hijo, y la uniste a él en desposorio místico y en amor eterno. Elevada a la cumbre de la espiritualidad franciscana por el camino de la extrema pobreza, la constituiste también madre de innumerables vírgenes. Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales cantamos sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo...
Oración después de la comunión. Señor, fortalecidos con tu eucaristía, te pedimos que, a ejemplo de santa Clara, llevemos en nuestro cuerpo la muerte de Cristo y nuestra vida sea un esfuerzo continuo por unirnos cada vez más a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Oración después de la comunión. Señor, fortalecidos con tu eucaristía, te pedimos que, a ejemplo de santa Clara, llevemos en nuestro cuerpo la muerte de Cristo y nuestra vida sea un esfuerzo continuo por unirnos cada vez más a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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