Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 10 de agosto de 2023

Córdoba, ciudad cantada por los poetas


Córdoba es una ciudad española, patrimonio de la humanidad, cantada por los poetas. Tiene unos 325.000 habitantes (360.000 con el área metropolitana). Es la única ciudad del mundo que cuenta con cuatro bienes patrimonio de la humanidad (la mezquita-catedral, el centro histórico, los patios y Medina Azahara). Ante su vista, nos viene al recuerdo el soneto de Luis de Góngora (que está enterrado en una capilla de la mezquita-catedral), rememorando el salmo en el que los judíos desterrados en Babilonia se acordaban con nostalgia de Jerusalén, dice que si se olvida en algún momento de su amada Córdoba, no se le conceda volver a ella, que es lo que más desea:

¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
de honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
de arenas nobles, ya que no doradas!

¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre glorïosa patria mía,
tanto por plumas cuanto por espadas!

Si entre aquellas rüinas y despojos
que enriquece Genil y Dauro baña
tu memoria no fue alimento mío,

nunca merezcan mis ausentes ojos
ver tu muro, tus torres y tu río,
tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!

Pensando en sus monumentos, patios y jardines, parafraseando a Federico García Lorca, podemos decir:

Córdoba lejana y sola.
Jaca negra, luna grande
y aceitunas en mi alforja.
Andando por los caminos,
espero llegar a Córdoba...

Durante la época romana (desde el siglo II a. C.) fue la capital de la provincia Bética, por lo que conserva importantes restos romanos, entre los que destaca su famoso puente, de 331 metros de longitud y 16 arcos. También conserva restos de un templo en el foro y mosaicos. Allí nació el famoso filósofo, orador, político y moralista Séneca, que escribió en el «Tratado de los beneficios»: «Si nuestro espíritu no siente ya más que desprecio por todo lo que nos pasa, sea bueno o malo; si se eleva por encima de las aprehensiones; si, en su avidez, deja de contemplar perspectivas ilimitadas y sabe abstenerse de buscar riquezas fuera de sí mismo..., si, en su condición de animal social y nacido para el bien de todos, considera el mundo entero como una sola y misma familia…, entonces se ha liberado de las tempestades, ha puesto los pies en tierra firme y bajo un cielo azul. Sabe todo lo que es útil e indispensable saber».

El edificio más conocido de Córdoba es su famosa mezquita-catedral, que en numerosas páginas de viajes es considerada el mejor monumento a visitar en Europa, junto a la alhambra de Granada. La construyeron los musulmanes a partir del siglo IX sobre la antigua catedral cristiana y volvió a ser catedral después de la reconquista. Cuenta con unas mil columnas, que forman un peculiar bosque de piedra. Antonio Gala decía que este edificio «era el corazón de Córdoba cuando Córdoba era el corazón del mundo». Impresiona su bosque de columnas y bóvedas estrelladas, precedida por el famoso patio de los naranjos, con galerías porticadas y fuentes.

¿Qué podemos decir del patio de los naranjos, el antiguo patio de las abluciones? Fue lugar de encuentro para sabios llegados de Damasco, Alejandría, Antioquía y Bizancio. Entre sus antiguos olivos y laureles, los alfaquíes dictaban leyes, los poetas recitaban versos, los músicos hacían sonar los instrumentos y las esclavas cantaban canciones de sus tierras en idiomas extraños.

Los restos de Medina Azahara, la antigua ciudad califal, se extiende por más de 112 hectáreas. Ibn Zaydun, el mejor poeta de su época, cantó así hace más de mil años:

Te recordé en Azahara, deseándote,
el horizonte sereno y el rostro de la tierra brillante,
la brisa suavizándose en el crepúsculo,
como si, sintiendo ternura por mí, languideciese compasivamente.
La sonrisa del agua plateada en el jardín...
Antes, fue la recompensa a la pureza del amor
un íntimo jardín en el que corríamos libres.
Ahora, ensalzo lo que fui a tu lado.
Tú te olvidaste, pero yo sigo perdidamente enamorado.

La judería también conserva numerosos restos de gran relevancia histórica. En la ciudad nació el médico, filósofo, astrónomo y rabino judío Maimónides, uno de los pensadores más importantes del siglo XII, que escribió: «Es correcto que el hombre se proponga como fin de su acción la salud de su cuerpo y el alargamiento de su existencia en perfecto estado, a fin de que los órganos de las facultades del alma, esto es, los órganos corporales, permanezcan en perfecto estado físico y que su alma se entregue sin obstáculos al cultivo de las virtudes morales e intelectuales, lo mismo que a la ciencia y a la adquisición del conocimiento».

De los famosos “triunfos” (=monumentos) del arcángel san Rafael, se conservan 11, entre los que destaca el de la puerta del puente. Julio Aumente lo cantó así:

Amarillo el limón, la palma ardiente,
la granada de sangre, la dorada
naranja en el vergel, la perfumada
higuera, traen su aroma del oriente.

En las romanas piedras de tu puente
un arcángel destella luz alada,
¡oh silenciosa Córdoba callada,
dormida en el rumor de la corriente!

Esmeraldas de fuego, en tus jardines
bajo el sol que calcina en el estío,
esbeltas torres a la brisa elevas.

Y un fondo de guitarras y violines
tu sierra cantan, tu glorioso río,
lauros de plata que en tu frente llevas.

En el alcázar cristiano organizaron los reyes católicos la toma de Granada y se reunieron con Colón para preparar su viaje a América. De sus jardines escribió Ricardo Molina: «Este jardín cerrado es todo el tiempo. Las almenas primaverales triunfan con sus siglos de musgo nuevo. El agua de la alberca -oro y verdor- no muere: Está mirando eternidades en el día, oyendo las palabras de los árboles, inmóvil, quedamente, acariciando la creación bella en una sola flor… A tu abandono el mundo se abandona y en tu visión se funde -uno y vario- el ser en claridad total del cielo o bien se quiebra en olas, flores, alas, iris de la hermosura universal».

Uno de los rincones icónicos de la ciudad, muchas veces cantado en las coplas y poemas está el “Cristo de los faroles”, del año 1794.

Cuando anochece en la plaza
y amanecen los faroles,
para rezar, ante el Cristo,
llega, pasito a pasito, la mujer de mis amores...
El Cristo de los faroles
es mi luz y mi consuelo
y, cuando tengo una pena,
alzo los ojos al cielo
y la pena se serena...











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