Poco antes de morir, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, no ruego solo por estos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí» (Jn 17,20).
Durante su vida mortal, Jesús oró por sus discípulos, por quienes le acompañaban entonces (Pedro, Juan, María Magdalena, Salomé...) y también oró "por los que creerán" por medio de su testimonio.
Es decir: que Jesús también oró por mí. Antes de morir, JESÚS ORÓ POR MÍ. Antes de su pasión, Jesús pensó en mí y me amó.
Hoy, a mí personalmente me dirige estos versos de san Juan de la Cruz:
Debajo del manzano,
allí conmigo fuiste desposada;
allí te di la mano,
y fuiste reparada
donde tu madre fuera violada.
San Juan de la Cruz, explicando esta estrofa del Cántico espiritual, dice que el alma enamorada, cuando se une con Cristo en el matrimonio espiritual, comprende que toda la historia de la salvación la afecta personalmente: la creación, el pecado, la alianza, la redención.
Dios ha pensado en mí desde toda la eternidad y ha dispuesto todo para que yo, en el momento oportuno, pueda hacer experiencia de su amor, para que pueda abrirme a su gracia y recibir su bendición.
Pero, a pesar de todo, no me obliga a recibirle, respeta mi libertad, se hace mendigo de mi amor, me suplica que le abra las puertas de mi corazón.
Lo entiendo perfectamente y, a pesar de todo, no termino de entregarme del todo al Todo, sigo desperdiciando su gracia, haciendo oídos sordos a su llamada. ¿Cuándo podré decir, finalmente, con san Juan de la Cruz, que me tomo en serio su amor? y cantaré con él:
Lo entiendo perfectamente y, a pesar de todo, no termino de entregarme del todo al Todo, sigo desperdiciando su gracia, haciendo oídos sordos a su llamada. ¿Cuándo podré decir, finalmente, con san Juan de la Cruz, que me tomo en serio su amor? y cantaré con él:
Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal, en su servicio
no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio.
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