Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 29 de enero de 2025

... y el Almendro floreció


En el Levante español, los naranjos están cuajados de frutos y los almendros ya están vestidos de blanco y rosa. 

Aunque en Castilla aún faltan un par de meses para que florezcan, en los lugares más templados ya nos anuncian que el fin del invierno está cerca.

El almendro florece en medio del invierno, anunciando que pronto llegará la primavera. Con su floración temprana y su belleza efímera, ha inspirado a poetas, filósofos y artistas a lo largo de los siglos, convirtiéndose en un símbolo universal de esperanza, renovación y valentía. 

Por su fragancia delicada y su floración temprana, ha sido fuente de inspiración a lo largo de los siglos, para las culturas surgidas en torno al Mediterráneo. A lo largo de los siglos, judíos, cristianos y musulmanes han cantado su belleza.

Un poema andalusí (musulmanes de la Edad Media en el sur de España) del s. XI dice así:

"La flor del Almendro está vestida de blanco
con mantos tejidos por los dos meses fríos.
Es un explorador o un adelantado
escalando las elevaciones del terreno
o un capitán cuyas tropas son
las distintas clases de flores".

Y el poeta hebreo Abraham ibn Ezra (1089 - 1167), que también vivió en el sur de España, también canta al almendro como "vigía", que anuncia el fin del invierno:

"Observa cómo el almendro florece temprano,
sus flores blancas iluminan el campo,
es el vigía que anuncia la primavera,
el primero en despertar del sueño invernal".

De hecho, tal como he recordado muchas veces, almendro se dice "shaqued" (שָׁקֵד) en hebreo, que significa "vigilante" o "madrugador", por lo que en la Biblia se usa como símbolo de Dios, que está atento y cumple sus promesas en el momento oportuno.

El filósofo y poeta griego Nikos Kazantzakis (1883 - 1957), por su parte, escribió un brevísimo texto, sencillo y profundo al mismo tiempo, que sugiere que la naturaleza es una respuesta divina a nuestra búsqueda de trascendencia, un acto de belleza y revelación. Dice así:

"Háblame de Dios 
-le dije al Almendro- 
y el Almendro floreció". 

Al pedirle al almendro que le hable de Dios, el poeta encuentra una respuesta no en palabras, sino en un acto de belleza: la floración. Esto nos invita a reflexionar sobre cómo la naturaleza puede ser una manifestación de lo divino, un lenguaje silencioso, pero elocuente, que nos conecta con lo trascendente. El almendro, con su floración temprana, nos recuerda que la vida siempre renace, incluso en los momentos más oscuros.

El escritor Max Aub Mohrenwitz (1903 - 1972), español de origen francés y alemán, que más tarde se nacionalizó mexicano, tiene un poemilla, que dice:

"Almendros en flor,
cielo azul.
¡Qué lindo traje mi amor!"

El periodista y poeta contemporáneo Chus García Fernández, describe así la floración del almendro:

"Ya brotan los almendros:
pétalos menudos
saludan al invierno".

Como vemos, el almendro sigue inspirando a los poetas modernos. Su floración, con su delicadeza y su capacidad para transformar el paisaje invernal, se convierte en una metáfora de la esperanza. Estos poemas nos invitan a detenernos y contemplar la naturaleza, y a encontrar en ella una huella de la hermosura del Creador.

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