Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 5 de enero de 2022

La Epifanía del Señor


Tradicionalmente, el 6 de enero se celebra la fiesta de la Epifanía del Señor. En los países donde el 6 de enero no es feriado, la fiesta litúrgica se traslada al primer domingo después del 1 de enero, para facilitar la participación de los fieles en la misa. Hablemos del origen y significado de esta celebración.

Historia de la fiesta

Las primeras referencias provienen del siglo II, de Egipto, donde la secta gnóstica de los basilidianos celebraba el bautismo de Jesús. Algunas Iglesias orientales asumieron la fiesta a lo largo del siglo III.

Desde principios del siglo IV, a la vez que se generalizó la Navidad en Occidente, en Oriente se extendió una fiesta de la manifestación del Señor en la carne y de la revelación de su divinidad. Conmemoraban que Jesús «manifestó su gloria» (Jn 2,11) en distintos acontecimientos: nacimiento, adoración de los Magos, bautismo, su primer signo en Caná, y en algunas Iglesias locales, también la transfiguración y la multiplicación de los panes. 

A finales del siglo IV, al intercambiarse Epifanía y Navidad entre Oriente y Occidente, sus contenidos sufrieron adaptaciones. El 25 de diciembre se concentró en el nacimiento de Jesús. El 6 de enero, los occidentales subrayaron la adoración de los Magos y los orientales el bautismo del Señor.

La realeza de Cristo

El evangelio del día es el de la adoración de los sabios que llegaron desde oriente para adorar a Jesús. Pensaban que nacería en un palacio de la capital (Jerusalén), pero se sorprendieron al descubrir que nació en una cueva de un pueblecillo (Belén).

En la antigüedad se pensaba que siempre que nacía un personaje importante, especialmente un rey, un astro se manifestaba en el cielo. Así lo interpretaron los Magos, que «al ver la estrella, se dijeron: Este es el signo del gran Rey; vamos a su encuentro y ofrezcámosle nuestros dones». 

Al ver la estrella en tierras de Israel, se dirigieron directamente a la corte de Jerusalén, para preguntar por el rey al que pertenecía. De esta manera, se subraya que el Niño que nació en la pobreza de una gruta es el Rey del mundo, al que todos los reyes deben veneración, tal como anunciaron los profetas y canta la liturgia: «Esta estrella resplandece como llama viva y revela al Dios, Rey de reyes; los magos la contemplaron y ofrecieron sus dones al gran Rey».

Desde el primer momento se manifiesta que el reino de Jesús no es de este mundo y que él no manifiesta su poder en la fuerza, sino en la debilidad.

Los dones de los Magos

"Magoi" en griego significa 'sabios'. En español se tradujo por 'magos' desde antiguo y así se ha quedado, pero no significa que practicaran la magia ni cosas por el estilo. Eran sabios (estudiosos de las escrituras, de los astros, de la naturaleza...) y sus regalos no están elegidos al azar, sino que tienen un significado.

Desde antiguo se interpretaron como una manifestación de la identidad del Niño: el oro se ofrecía a los reyes, el incienso a Dios y la mirra era utilizada para ungir los cadáveres antes de la sepultura: «Le ofrecieron regalos: oro, como a rey soberano; incienso, como a Dios verdadero; y mirra, para su sepultura».

La universalidad de la salvación

Los Santos Padres vieron en los Magos de Oriente un anticipo de los pueblos no judíos, llamados a encontrar la salvación en Cristo. 

Así lo interpreta san León Magno: «Que todos los pueblos vengan a incorporarse a la familia de los patriarcas. Que todas las naciones, en la persona de los tres Magos, adoren al autor del universo, y que Dios sea conocido en el mundo entero». 

Los Magos son la primicia, a la que siguen muchos otros. Porque se vio en estos personajes un anticipo de los paganos que habían de convertirse al Señor, y para indicar que la salvación es para todos, se terminó por pintar a uno negro (africano), a otro de piel amarilla (asiático) y a otro blanco (europeo), representando a los tres continentes que se conocían en la antigüedad. 

La Epifanía anuncia la universalidad de la Iglesia católica, llamada a evangelizar a todos los pueblos.

Una fiesta de extraordinaria riqueza

Aunque los otros aspectos quedaron algo apagados, nunca se olvidaron totalmente, tal como se puede comprobar en los textos litúrgicos hasta nuestros días: «Veneremos este día santo, honrado con tres prodigios: hoy la estrella condujo a los magos al pesebre; hoy el agua se convirtió en vino en las bodas de Caná; hoy Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán para salvarnos». 

Estos variados acontecimientos son distintos momentos de una única realidad: la manifestación de Jesucristo en nuestra carne, en nuestra historia.

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