Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 13 de enero de 2022

Las bodas de Caná (1). Jesús se desposa con la humanidad


El icono representa a Jesús y María, presentes en una boda que tuvo lugar en Caná de Galilea, a los dos esposos algo más pequeños, protegidos por ellos, y a los siervos que llenan las tinajas, a la izquierda. Nos sirve para prepararnos al tema del que hablaremos hoy: el desposorio de Jesús con los hombres, que se revela en Caná de galilea.

En tiempos de Jesús había muchos ciegos, muchos paralíticos, muchos hambrientos; pero su primer milagro no consistió en sanar un enfermo, sino en transformar el agua en vino durante un banquete de bodas, tal como cuenta el evangelio. 

A primera vista, parece un milagro poco serio. Estamos tentados de pensar que antes ya había hecho otras cosas similares y que esta fue solo una condescendencia con su madre, sin mayor trascendencia. Sin embargo, el evangelio de san Juan afirma claramente que, en las bodas de Caná, Jesús «realizó su primer signo» (Jn 2,11). 

Este milagro es, ante todo, un «signo», que nos ayuda a comprender la identidad y la misión de Jesucristo; su «misterio». Y es el primero, que ofrece una clave de lectura a todo lo que viene después. Por eso tenemos que interpretarlo, para comprender su significado. 

Los profetas nos ayudan, porque hablan del pacto amoroso que Dios quiere realizar con su pueblo en los tiempos mesiánicos, presentándolo como un matrimonio.

El profeta Oseas se casó con una prostituta, a la que amaba sinceramente. Ella lo traicionaba con sus antiguos amantes. Incluso huyó de su casa y terminó en un prostíbulo. Su esposo la rescató de allí, renovando su amor por ella. Oseas usó su historia personal para explicar la relación de Dios con su pueblo: Él es el esposo que ha hecho un pacto de amor con los hombres. 

Por eso, los pecados de idolatría son identificados con el adulterio en la Biblia. Dios perdona a su pueblo, que continuamente lo abandona y se va detrás de otros dioses, a los que la Biblia compara con los amantes de una prostituta.

Después de Oseas, todos los profetas usaron esta imagen y presentaron a Dios como el esposo amoroso y paciente, que siempre permanece fiel a su pueblo, a pesar de que el pueblo es muchas veces infiel. Algunos de sus textos son de una ternura y de una belleza inigualables. Por ejemplo, podemos leer en Isaías: «El Señor te ama con pasión y tu tierra tendrá marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo» (Is 62,4-5).

A la luz de la tradición profética, el milagro de Jesús en Caná es un signo esponsal, que anuncia la llegada del momento tan deseado, en el que Dios había de revelar su amor, manifestándose como esposo tierno y fiel. 

Antes del matrimonio, los esposos se purificaban con un baño ritual y lavaban también los objetos que les servirían en su nueva vida de casados. Esto explica la presencia de las tinajas «para la purificación de los judíos». 

San Juan indica que ya ha terminado la era de los ritos judíos de purificación. Por eso el agua de las seis tinajas fue transformada en el vino de la fiesta. Ya ha concluido la época de las promesas, el tiempo de la preparación.

Las tinajas eran seis, como los días del trabajo. Ahora se entra en el día séptimo, el del descanso y de la fiesta. Con el signo de Caná, Cristo ha adelantado la hora de su manifestación ante el mundo: Él es el Esposo, enviado por Dios para unirse en matrimonio de amor con la Iglesia y con el alma de cada creyente, para traer a la tierra la gracia de la nueva Alianza, representada por el «vino bueno». 

El banquete de Caná, en realidad, está celebrando este desposorio místico.

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