Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

lunes, 10 de marzo de 2025

Viajar para crecer


La historia de los jubileos va unida a las peregrinaciones para visitar la tumba vacía de Jesús (Jerusalén), las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo (Roma), la tumba del apóstol Santiago (Compostela) y otras tumbas de santos. También a santuarios en honor del Señor, la Virgen María y algunos santos. La peregrinación es un viaje especial. Hablemos en primer lugar de los viajes y después de las peregrinaciones.

Se puede visitar una ciudad o un país como entretenimiento, siendo turistas consumidores de monumentos, y también se puede realizar la misma visita como una experiencia de crecimiento personal, interesándonos por los paisajes, historia, manifestaciones artísticas y espirituales, gastronomía, música… en definitiva, la cultura de los lugares visitados, que puede enriquecer la nuestra.

Podemos decir que la historia de la humanidad es la historia de los viajes y desplazamientos de un sitio a otro. Algunos parientes nuestros de las especies «homo antecessor» y «homo neandertalensis» salieron de África hacia Asia y Europa hace unos 500.000 años. Parece ser que los primeros «homo sapiens» (a los que nosotros pertenecemos y que es el único grupo del género «homo» que ha perdurado hasta el presente) se pusieron en camino hace unos 200.000 años. El caso es que, desde entonces, no hemos parado de movernos.

Durante el Paleolítico, los primeros milenios de nuestra historia éramos totalmente nómadas, dedicados a la caza y a la recolección. Solo al llegar el Neolítico, hace unos diez mil años, nos convertimos en sedentarios y nos transformamos en agricultores y pastores de animales domesticados.

Desde entonces surgió en nosotros el deseo de evocar los viajes antiguos (reales o imaginados) por medio de narraciones que se transmitían oralmente de generación en generación. Más tarde se pusieron por escrito.

El texto literario complejo más antiguo de la historia humana que ha llegado hasta nosotros es el «Poema de Gilgamesh», que fue escrito en Mesopotamia en el tercer milenio antes de Cristo y narra los viajes del protagonista en búsqueda de la inmortalidad. De alguna manera, recoge dos elementos característicos de nuestra especie: el deseo de trascendencia, de vida más allá de la muerte, y los desplazamientos de un sitio a otro, los viajes.

Poco después, hace casi tres mil años, un grupo de griegos se lanzó al mar y descubrió que el mundo era mucho más grande de lo que ellos pensaban hasta entonces. Constataron la existencia de otros pueblos y civilizaciones en torno al mar Mediterráneo y establecieron contactos comerciales con ellos. Esto les permitió crecer y desarrollar una manera de entender el mundo que es el cimiento de nuestra cultura occidental.

Algo más tarde, Homero plasmó en «La Odisea» los viajes de Ulises en su regreso desde Troya a Ítaca. Esta obra supone el inicio de la literatura occidental y la primera reflexión escrita sobre la importancia de viajar para descubrir otras culturas y también para encontrarse con uno mismo.

Los lugares y personajes míticos que aparecen en el libro son alegorías que ayudan al lector a crecer como ser humano y a reflexionar sobre el sentido de la vida. El viaje es un proceso de iniciación para alcanzar la madurez.

Como dijo más tarde Miguel de Cervantes, «el andar tierras y comunicar con diversas gentes hace a los hombres discretos». Recordemos que el significado original de discreto es “juicioso”, “prudente”, “sensato”, “ingenioso”.

La peregrinación jubilar a Roma puede ser una gran oportunidad para crecer humana y espiritualmente, ya que en allí se unen la historia, el arte, la gastronomía, la religión... en una palabra: la cultura en todas sus dimensiones.



Texto escrito por Eduardo Sanz de Miguel, ocd para el último número de la revista «Orar» (Burgos marzo 2025).

No hay comentarios:

Publicar un comentario