Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 13 de abril de 2022

Soneto a Cristo crucificado con música de Vicente Pradal


El compositor, guitarrista y cantante Vicente Pradal nació en Francia en 1957, aunque sus orígenes son españoles. Ha publicado numerosos discos con obras de los clásicos españoles, incluido san Juan de la Cruz.

En su disco "La Nuit obscure" recoge el que posiblemente sea el soneto más conocido de la lengua castellana: el "Soneto a Cristo crucificado", que comienza diciendo: "No me mueve, mi Dios, para quererte".

El texto es anónimo. Algunos lo han atribuido a san Juan de Ávila y a san Francisco Javier, pero no se conocen otros poemas de ninguno de los dos. También se han propuesto otros autores, aunque no se tienen certezas.

Posiblemente sea de santa Teresa de Jesús, ya que cada una de las frases y expresiones del soneto aparece varias veces en sus escritos en prosa con las mismas palabras y con otras parecidas.

El caso es que esta interpretación de Vicente Pradal es una de las más sentidas de las muchas que se han compuesto a lo largo del tiempo. Espero que les guste.

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor. Muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas, y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Lo primero que confiesa el poeta es que no cree en un Dios sin nombre ni rostro. Su Dios es Jesús de Nazaret, despreciado, malherido y crucificado. Él es también el objeto de su amor.
 
Además, quiere amarle por sí mismo y no por otros motivos. De hecho, no le asustan los castigos ni le anima la recompensa que pueda recibir.

Santa Teresita del Niño Jesús enseña que "amar es darlo todo y darse uno mismo". De eso habla este poema: de Jesucristo y su amor sin reservas, hasta el extremo, hasta dar la vida por nosotros. Y del deseo de responderle con el mismo amor total y desinteresado.

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