1 – Obertura
2 – Getsemaní I
Sí, nosotros queremos hablarte de la vida de Cristo.
De la vida y la muerte del Cristo dulce y bueno.
Por el camino en sombras de su dolor divino,
llega a ti jadeante el Cristo nazareno.
Vine por el camino del tiempo y del olvido
a recordar al mundo que un día, en el Calvario,
dio su sangre y su vida para salvarnos.
Fue su entrega a la muerte episódica y lenta,
quiso apurar a sorbos la infinita amargura del río del dolor.
Vio rebrillar entre las sombras quietas del huerto anochecido
los dorados contornos de su cáliz de muerte.
Y su alma de Cristo, enamorada y loca,
ya borracha de amor, se emborrachó de sangre.
La tristeza infinita acumuló sobre su débil corazón de carne
la oprimente congoja de los siglos incontables y oscuros.
El cielo entero, inmenso y silencioso,
se asomó sobre el huerto para ver, a través de sus estrellas,
para ver y adorar la agonía de Cristo.
¡Pobre Cristo! Aquel Cristo de la noche del huerto.
¿Acaso ignoras aquel momento
cuando allá, en el Getsemaní,
alzó su vista hacia el firmamento
y oraba al Padre por ti y por mí?
¿Acaso ignoras aquel silencio
en que imploraba tu salvación?
Pidió sostén para aquel momento
y envió a su Padre dulce oración.
Aquella noche el Señor velaba
para enseñar a la humanidad
que él era el Cristo que se esperaba
y a cumplir vino su fiel verdad.
Aquella noche el Señor velaba
para vestirnos de su humildad,
para ofrecernos constante gloria
y hacernos hijos de santidad.
3 – Le apresaron
Después llegó el traidor, capitán de bandidos,
acaudillando sombras de tortura y de muerte.
Hombres armados,
hombres contra un Dios que ya quiso ser solamente un hombre.
Le azotaron…
Cristo atado por los fríos caminos de la noche.
Le llevaron…
Hombres armados y cegados por no creer al pobre hombre.
Le juzgaron…
Todos quisieron decir su palabra feroz contra aquel hombre.
Le condenaron…
Cargaron al inocente, le escupieron sus pasiones.
Y era Dios, pero quiso solo ser un pobre hombre.
Y era Dios, pero quiso solo ser un pobre hombre.
Y era Dios.
Y era pobre…
Solo estrellas velaban sus sueños e ilusiones.
Y era sabio…
Y sus amigos bebieron la savia de su vida.
Y era solo…
Contra el poder de este mundo que adula a los traidores.
Y era hermano…
De todo aquel que lucha y quiere ser hermano de los pobres.
Y era Dios, pero quiso solo ser un pobre hombre.
Y era Dios, pero quiso solo ser un pobre hombre.
Y era Dios.
4- Y Judas fue y se ahorcó
De tribunal en tribunal, el Cristo.
Anás, el viejo astuto.
En su presencia, la mano de un criado
hirió en brutal y ruda bofetada la mejilla de Cristo.
Menos cruel aquel golpe que el beso traidor que le vendió.
Caifás, el de la torva tiara, que decía “santidad” al Señor.
El sumo sacerdote que falló contra Cristo la sentencia de muerte.
¡Palacio de Caifás! Por la noche, en su atrio,
saboreó el Señor en toda su amargura la negación de Pedro,
la traición de los amigos buenos.
Y conoció el escarnio a manos de los guardias y criados.
Le escupieron al rostro sus salivas inmundas.
Maldijeron al Cristo y jugaron con él.
Así toda la noche, hasta llegar al alba.
Y Judas fue y se ahorcó…
Y se adentró en el abismo
que él mismo se fabricó.
Se hundió en el pozo sin fondo
que él mismo en tierra cavó,
y sus pobres entrañas
en tierra desparramó.
Amigo, no le juzgues.
Tú no eres quién, ni tú ni nadie.
Pero mírate en el espejo,
Quizá te encuentres un aire.
Y Judas fue y se ahorcó.
Que todos colaboramos
en esa absurda traición,
que todos hicimos caso
a aquel que se engañó
y Cristo sufre condena
por nuestra cruel ambición.
Amigo, escucha, si quieres:
hay pocos Judas de nombre,
hay muchos de corazón.
Como quiera que te llames
¡apúntate la traición!
Y Judas fue y se ahorcó.
Y ahora sigue esta historia
que te hablará al corazón,
y déjale que destile…
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