Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 20 de enero de 2023

El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande. Domingo 3 del Tiempo Ordinario, ciclo "a"


El evangelio que se lee en la misa del domingo tercero del Tiempo Ordinario, ciclo "a", habla del inicio de la actividad pública de Jesús, que se estableció en Cafarnaún después de su bautismo y de que Juan fuera encarcelado (Mt 4,12-23).

Lo primero que afirma es, citando al profeta Isaías, que la luz brilla donde antes había tinieblas. La luz es Jesús y la tierra en tinieblas es la región de Galilea, al norte de Israel.

Recordemos que la capital era Jerusalén, al sur, y que en Galilea estaban mezclados los judíos y los seguidores de otras religiones. 

En las sinagogas de Judea se seguía leyendo la Biblia en hebreo, aunque nadie lo hablaba ya (la gente hablaba arameo y griego). En otros sitios se leía la Biblia traducida al griego.

Los de Judea guardaban con cuidado las tradiciones relativas a los sacrificios en el templo, los alimentos, los vestidos, las purificaciones rituales y cosas similares, mientras que en los otros sitios esas costumbres se habían relajado.

Por eso, los de Judea llamaban a la región del norte: «Galilea de los gentiles»; es decir, de los paganos, de los no judíos. El evangelio nos recuerda un prejuicio de la época: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1,46).

Sin embargo, el evangelio afirma que donde «brilla una luz grande, que nos trae la alegría y el gozo» no es en la capital, en el centro del poder político y religioso, sino en esa periferia considerada oscura e impura por los que se creían mejores que los demás.

Ya se empieza a revelar el misterio de Jesucristo, que «vino a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10), que alaba al pecador humilde, que reconoce su verdad, pero rechaza al fariseo soberbio, que desprecia a los que no son como él (Lc 18,9-14).

Señor Jesús, perdóname porque muchas veces sigo viviendo en la oscuridad. Tú eres la luz, pero hay ocasiones en las que no me dejo iluminar por ti, no sigo tus enseñanzas, no tengo tus sentimientos, no soy capaz de acercarme con amor a los que no son «puros», no consigo despojarme de prejuicios y precauciones. Por favor, te lo suplico: dame tu luz, dame tu mirada sobre el mundo, dame tu corazón, dame tus entrañas de misericordia. Amén.

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