Ya han terminado las fiestas de Navidad y hemos entrado en el Tiempo Ordinario, que nos ayuda a descubrir que el Señor está cerca de nosotros todos los días, en todos los acontecimientos, no solo en los momentos especiales, en los días de fiesta. Él camina siempre con nosotros y nos ofrece siempre su amistad.
El color litúrgico de este tiempo es el verde, como el de los campos en primavera, que nos invita a dar flores y frutos de vida eterna en nuestra vida concreta.
Este año celebramos el ciclo "a", en el que normalmente leemos el evangelio de san Mateo, excepto en algunas ocasiones, como hoy.
El domingo segundo del Tiempo Ordinario (ciclo "a") escuchamos en el evangelio el testimonio de Juan Bautista, que nos invita a poner los ojos en Jesús y a descubrir que él es «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo».
El domingo segundo del Tiempo Ordinario (ciclo "a") escuchamos en el evangelio el testimonio de Juan Bautista, que nos invita a poner los ojos en Jesús y a descubrir que él es «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo».
Por eso, ilustro esta entrada con una imagen tomada del libro del Apocalipsis: el cordero que ha vencido a la muerte (por eso lleva en sus manos una bandera blanca, símbolo de la resurrección, con una cruz roja, símbolo de la sangre. Es la misma que se suele poner en las manos de Jesús cuando se le representa resucitado. Además, está sentado sobre el libro de los siete sellos, que solo él puede abrir e interpretar.
En la segunda lectura comenzamos a leer una de las cartas de san Pablo (la primera a los corintios), que nos ayudan a comprender mejor el misterio de Cristo. Él se dirige «a todos los que, en cualquier lugar, invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo».
Los que invocamos el nombre del Señor queremos dejarnos ayudar por Juan Bautista, por Pablo y por todos los que puedan ayudarnos a conocer mejor a nuestro Señor, para amarle cada vez más y servirle cada vez mejor.
Este es nuestro deseo principal en el tiempo litúrgico que estamos empezando y siempre.
En la segunda lectura comenzamos a leer una de las cartas de san Pablo (la primera a los corintios), que nos ayudan a comprender mejor el misterio de Cristo. Él se dirige «a todos los que, en cualquier lugar, invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo».
Los que invocamos el nombre del Señor queremos dejarnos ayudar por Juan Bautista, por Pablo y por todos los que puedan ayudarnos a conocer mejor a nuestro Señor, para amarle cada vez más y servirle cada vez mejor.
Este es nuestro deseo principal en el tiempo litúrgico que estamos empezando y siempre.
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