Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 25 de octubre de 2019

Te deseo que ames y que seas amado


Les propongo un profundo texto escrito por el brasileño Sergio Jockymann, aunque en internet se afirma en numerosas páginas que es del francés Víctor Hugo.


Si en google escriben "Te deseo" les saldrán cientos de páginas que afirman que es un poema de Víctor Hugo, aunque el lenguaje y algunos conceptos no sean del siglo XIX.

Si escriben en google "Os votos", salen multitud de páginas con el texto en portugués, información sobre dónde se publicó por primera vez y otras noticias sobre la historia del poema. (Aquí pueden ver el texto escaneado de la primera vez que se imprimió en un periódico el año 1978).

Si escriben "Je te souhaite" aparece también algunas veces el texto en francés atribuyéndolo a Víctor Hugo, pero son más las que reconocen que es la traducción del escrito de Sergio Jockymann titulado "Os votos".

No sé quién lo atribuyó por primera vez a Víctor Hugo, pero no es el primer texto literario que se atribuye erróneamente a un autor clásico, aunque sea posterior.

En español aparece siempre la misma traducción (bastante mediocre y con algunas lagunas), pero no he podido encontrar de dónde proviene. Lo que está claro es que en internet nos copiamos unos a otros, la mayoría de las veces sin buscar las fuentes para contrastar el texto, por lo que en muchas ocasiones se repiten noticias que son solo rumores, informaciones deformadas y textos atribuidos equivocadamente a uno u otro autor.

Yo me he permitido retocar la traducción, añadiendo palabras del original que han desaparecido de las versiones en español que circulan por la red, y en algunos momentos haciendo paráfrasis del texto para traducir mejor la idea que pretende transmitir el autor.

Es curioso que en las versiones que circulan por las redes se hayan omitido tres párrafos: el que pide que la tolerancia no se transforme en permisividad, el que dice que los pobres seguirán existiendo si no hacemos nada para remediarlo y el que invita a la frugalidad. Los tres párrafos que resultan más molestos para el lector contemporáneo, porque cuestionan nuestras comodidades. Por eso pongo estos tres párrafos en negrita.


Dejando de lado el tema de la autoría del texto que hoy les presento (que no es exactamente un poema, sino prosa poética), lo que me interesa en este momento es su contenido, que puede ayudarnos a reflexionar sobre las cosas importantes de la vida.

Aunque en ningún momento se cite a Dios, podemos considerarlo un tratadillo de espiritualidad cristiana, escrito en un lenguaje sencillo y actual. Espero que lo disfruten.

Te deseo, ante todo, que ames y que también seas amado. Y que, de no ser así, olvides con rapidez; y que, después de olvidar, no guardes rencores.

Te deseo, pues, que seas amado; pero, si esto no sucede, que no desesperes.

Te deseo, también, que tengas amigos, y que, incluso si son malos e inconsecuentes, te sean fieles. Y que, por lo menos, haya uno en quien puedas confiar sin dudar.

Y, porque la vida es así, te deseo también que tengas enemigos. Ni muchos ni pocos, en la medida exacta, para que algunas veces te cuestiones tus propias certezas.

Y que, entre ellos, haya por lo menos uno que sea justo, para que no te sientas demasiado seguro de ti mismo.

Te deseo, además, que seas útil, pero no insustituible. Y que, en los momentos malos, cuando no quede nada más, saberte útil sea suficiente para mantenerte en pie.

Igualmente, te deseo que seas tolerante; no con los que se equivocan poco, porque eso es fácil, sino con los que se equivocan mucho y constantemente.

Y que esa tolerancia no se transforme en aplauso ni en permisividad para que, haciendo buen uso de ella, sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que, siendo joven, no madures demasiado deprisa; y que, siendo maduro, no quieras rejuvenecer; y que, siendo viejo, no te desesperes. Porque cada edad tiene su placer y su dolor, y es necesario asumir ambas realidades.

Te deseo, de paso, que estés triste. No todo el año, ni un mes, ni aún una semana, sino apenas un día. Para que en ese día descubras que la risa diaria es buena, que la risa habitual es sosa y que la risa constante es insana.

Te deseo que descubras -esto es urgente y absolutamente necesario- que existen a tu alrededor seres oprimidos, tratados con injusticia, y personas infelices. Mejor si lo descubres ahora mismo pero, si no es posible, que no sea más allá de mañana.

Ellos están a tu alrededor porque tu padre aceptó la situación y no hizo nada para cambiarla. Y seguirán estando alrededor de tus hijos si tú aceptas la situación y no haces nada para cambiarla.

Te deseo que acaricies a un gato, alimentes a un perro y escuches a un pájaro entonar triunfante su canto matinal, porque así te sentirás bien por nada.

Deseo también que plantes una semilla, aunque sea muy pequeña, y que la acompañes en su crecimiento cada día, para que descubras de cuantas vidas está hecho un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero, porque hay que ser prácticos. Y que, por lo menos una vez al año, tomes en tus manos algo de ese dinero y digas: "Esto es mío". Solo para que quede claro quién es el dueño de quién.

Deseo también que seas frugal, no totalmente frugal ni obcecadamente frugal; solo habitualmente frugal, pero que tu frugalidad no te impida hacer algún exceso de vez en cuando.

Te deseo también que ninguno de tus seres queridos muera; pero que, si muere alguno, puedas llorar sin sentirte culpable y sufrir sin lamentarte.

Te deseo por fin que, si eres mujer tengas un buen hombre, y si eres hombre tengas una buena mujer. Y que os améis hoy, mañana, pasado mañana y una vez más y al día siguiente, y desde hoy hasta que termine el año; y que cuando estéis exhaustos y sonrientes, os quede amor para volver a empezar.

Aparte de estas cosas, no tengo nada más que desearte.

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