Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 11 de agosto de 2019

Con los ojos en el cielo y la mano en el arado


El último libro de la Biblia es el Apocalipsis y los últimos versículos del Apocalipsis dicen así: «Vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús. El favor del Señor Jesús esté con todos» (Ap 22,20-21).

«Ven, Señor Jesús» era la oración que más a menudo recitaban los primeros cristianos. Lo hemos conservado en un momento de la misa, después de la consagración, cuando decimos cada día: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús». También lo repetimos con insistencia en los cantos y oraciones de Adviento.

El evangelio de la misa del domingo 19 del Tiempo Ordinario, ciclo c, nos invita a estar preparados, a esperar anhelantes la venida del Señor, que en el momento oportuno «se ceñirá, nos hará sentar a la mesa y nos irá sirviendo».

Ese es nuestro destino: estar con Jesús, dejarnos amar y servir por él, gozar de su reino, participar de su vida.

Esto es algo tan precioso que queremos que se realice cuanto antes. Por eso repetimos: «Ven, Señor Jesús», ven a redimirnos, ven a darnos tu amor, ven para que tu proyecto salvador se realice de manera plena y definitiva.

Mientras esperamos la venida gloriosa del Señor, él mismo nos invita a no estar de brazos cruzados, sino a comportarnos como siervos buenos que trabajan con diligencia para preparar su venida, para cuidar de su hacienda, para repartir la comida a los trabajadores, para construir una sociedad más justa.

El evangelio de hoy nos habla del peligro de quedarnos dormidos o perder la ilusión pensando que «el amo tarda en llegar». Hemos de renovar nuestra fe y nuestra esperanza: el Señor vendrá en el momento oportuno.

Porque sabemos que vendrá queremos estar preparados para recibirle y queremos preparar el camino para su llegada. 

Queremos vivir con los ojos puestos en el cielo, que es la meta de nuestro caminar y con las manos ocupadas en la construcción de un mundo en el que habite la justicia y se manifieste la misericordia. Es el famoso «ora et labora» de san Benito, que traducido a nuestro idioma se convierte en «a Dios rogando y con el mazo dando».

Quiera el Señor concedernos que nuestra esperanza y nuestra caridad vayan de la mano, nuestra oración y nuestro trabajo, nuestro amor a Dios y nuestro servicio a los hermanos.

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