La artista austriaca Marianne Stokes (1855-1927) reinterpretó a principios del s. XX uno de los modelos icónográficos más usados en el siglo XVI para representar a la Virgen María: "la Madonna del velo". (Basta pensar en Rafael, Boticelli y otros grandes de la época). La pintó en Dubrovnik (Croacia) y tomó como modelo una muchacha vestida con el traje típico del lugar.
La Virgen María levanta el velo que cubre al Niño y nos invita a mirar más allá de las apariencias, descubriendo la presencia del Hijo de Dios bajo el velo de la carne, la salvación del Altísimo en la pobreza y debilidad de un niño.
El Niño Jesús está fajado como un cadáver preparado para la sepultura, indicándonos que la salvación de los hombres se realizará con su muerte en la cruz.
Los espinos del fondo también hacen referencia a la futura pasión de Cristo. Además, junto a ellos, hay flores de hinojo, cuyas semillas se usaban antiguamente para "endulzar" el vino amargo. Las uvas doradas bordadas en el pecho de la Virgen y las flores de hinojo hacen de nuevo referencia a la pasión de Cristo, a su sangre derramada y al misterio de la eucaristía.
De hecho, la Virgen está vestida de morado y rojo, como una Dolorosa, en otra referencia al sufrimiento. Y tiene al mismo tiempo una mirada tierna y triste: mira al espectador suplicando compasión hacia ese niño frágil que ella tiene en sus manos.
María nos enseña a tener una mirada de fe, a descubrir la cercanía del Hijo de Dios también en los momentos de dolor, que unidos a su pasión se convierten en redención para el mundo.
María nos enseña a tener una mirada de fe, a descubrir la cercanía del Hijo de Dios también en los momentos de dolor, que unidos a su pasión se convierten en redención para el mundo.
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