Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 4 de mayo de 2019

Material para el domingo tercero de Pascua (ciclo "c")


Tal como nos recuerda la primera lectura, la Iglesia comenzó a existir como una pequeña y débil comunidad de testigos de Cristo, dispuestos a obedecer a Dios antes que a los hombres. Incluso estaban felices de poder sufrir persecuciones por amor a Jesús, para dar testimonio de lo que él había hecho en sus vidas.

Quienes quieran profundizar en el mensaje de la liturgia de este tercer domingo de Pascua, ciclo "c", pueden hacer un clcik sobre los títulos de las siguientes entradas, en las que he tratado de este tema detenidamente.

- La pesca milagrosa. El Señor se hace presente a los discípulos que están desorientados pero, a pesar de todo, conservan cierta unidad entre ellos. El desánimo sugirió a cada uno volver a sus quehaceres, buscando una seguridad personal y abandonando la empresa común, pero mantuvieron las relaciones. Se ayudan en lo material, colaborando en los trabajos de la pesca, aunque con poco éxito. Aunque la noche sea larga, aunque el trabajo parezca pesado y sin fruto, aun cuando el tiempo triste le sugiera a cada uno irse a su casa, sigue siendo necesaria la colaboración de todos. En esta perseverancia común, en la fatiga aceptada conjuntamente, la presencia del Señor, que parecía perdida, vuelve a manifestarse.

- El ministerio petrino. La primera parte del evangelio que se lee el tercer domingo de Pascua habla de la pesca milagrosa (Jn 21,1-14). La segunda parte, que puede omitirse por razón de brevedad, recuerda cuando Cristo encarga a Pedro el cuidado de sus ovejas (Jn 21,15-19). Jesús pregunta por tres veces a Pedro sobre su amor y por tres veces le encarga el pastoreo de su rebaño. La misión pastoral que el Señor confía a Pedro no se basa en cualidades humanas (ni aun en la misma capacidad de gobierno), sino en la relación de confianza e intimidad con el Señor. Jesús encarga a Pedro un ministerio, un servicio que consiste en apacentar el rebaño desde el amor. Esta tarea conlleva prueba, hasta la necesidad de dar la vida por las ovejas, si fuera necesario.

Señor, tú conoces todo, tú sabes que te amo. Pedro se lanza de la barca y se acerca nadando a la orilla. Tiene prisas por encontrarse con Jesús. Él, que negó tres veces al Maestro, quiere confesarle su arrepentimiento, pedirle perdón. Quizás se esperaba una reprensión, pero Jesús solo le pregunta: «Pedro, ¿me amas?». Por tres veces le dice que sí; la tercera, con lágrimas en los ojos: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te amo». Jesús no pregunta más, no busca otra cosa, se conforma con el amor de Pedro: débil, impulsivo, imperfecto, rudo. Jesús le acepta como es, le basta con esa confesión de amor. Y de nuevo le encarga que apaciente sus ovejas, que continúe su obra, que confirme a sus hermanos en la fe.

Ámame tal como eres. Precioso poema anónimo, muy apropiado para hoy, que algunos atribuyen al beato Charles de Foucauld, en el que Jesús se dirige a cada uno de nosotros y nos dice: "Ámame tal como eres":
Conozco tu miseria,
las luchas y tribulaciones de tu alma,
la debilidad y las dolencias de tu cuerpo;
conozco tu cobardía,
tus pecados y tus flaquezas.
A pesar de todo, te digo:
dame tu corazón, ámame tal como eres...

Crónica de una aurora. Encuentro con Jesús resucitado junto al lago. Hasta Pentecostés seguiremos celebrando las fiestas pascuales, recordando que Cristo resucitado sigue presente entre nosotros y que hemos de descubrirle, como les sucedió a sus discípulos, que estaban acostumbrados a convivir con él, pero tuvieron que aprender a verle de formas nuevas.

- Lago de Tiberíades. La iglesia del Primado de Pedro fue construida junto al lago de Galilea, en recuerdo de la aparición de Cristo resucitado a sus apóstoles y de las promesas hechas a san Pedro. Después de la muerte de Jesús, sus discípulos huyeron de Jerusalén, intentando rehacer su vida y volver a sus ocupaciones habituales. Jesús salió a su encuentro y fue convocándolos de nuevo. Pedro, Tomás, Bartolomé, Santiago, Juan y otros discípulos habían pasado la noche sin pescar nada. Jesús les pidió que echaran las redes. Obedecieron y, al recogerlas, se rompían por la gran cantidad de peces. Después de la pesca milagrosa, Jesús mismo les preparó la comida. Por tres veces Jesús preguntó a Pedro si lo amaba. Pedro respondió entre lágrimas: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero». Allí Jesús pidió a Pedro que pastoreara sus ovejas y lo confirmó como cabeza visible de su Iglesia.

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