Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 29 de mayo de 2025

Dos poemas para la fiesta de la ascensión del Señor


En casi todos los sitios se celebra la fiesta de la ascensión del Señor el séptimo domingo de Pascua. Solo donde el jueves anterior es festivo se mantiene la fecha tradicional, a los cuarenta días exactos desde la fiesta de la resurrección. 

Les propongo dos poemas para esta fiesta. El primero es un soneto compuesto por Pedro de Espinosa (1578-1650).

Jesús, mi amor, que en una nube de oro,
engendrada del llanto de tu ausencia,
al cielo te trasladas en presencia
del alegre, dichoso, santo coro,

mi corazón se va tras su tesoro;
tras ti se va con alta diligencia,
y yo te sigo en dulce competencia,
con codiciosa vista y triste lloro.

¿Cómo oirás, oh mi bien, el llanto mío,
si vas adonde nunca entró la pena?
¡Bien que en tus manos llevas mi memoria!

Lejos yo, cual mis ojos, hechos río,
el fuego templan que en mi pecho suena,
templaré mis querellas con tu gloria.

El segundo es un himno recogido en la Liturgia de las Horas. Fue compuesto por José Luis Blanco Vega (1930-2005) y nos recuerda que la ausencia de Cristo es solo aparente. Es verdad que con su ascensión desapareció materialmente de nuestra vista, pero permanece presente entre nosotros de una manera nueva, por medio del don del Espíritu Santo y de los sacramentos. Dice así:

No; yo no dejo la tierra.
No; yo no olvido a los hombres.
Aquí, yo he dejado la guerra;
arriba, están vuestros nombres.

¿Qué hacéis mirando al cielo,
varones, sin alegría?
Lo que ahora parece un vuelo
ya es vuelta y es cercanía.

El gozo es mi testigo.
La paz, mi presencia viva,
que, al irme, se va conmigo
la cautividad cautiva.

El cielo ha comenzado.
Vosotros sois mi cosecha,
El padre ya os ha sentado
conmigo, a su derecha.

Partid frente a la aurora.
Salvad a todo el que crea.
Vosotros marcáis mi hora.
Comienza vuestra tarea.

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