viernes, 4 de septiembre de 2020
Oración por el Líbano
Queridos hermanos y hermanas, un mes después de la tragedia que sacudió a la ciudad de Beirut, mis pensamientos se dirigen una vez más al querido Líbano y a su población particularmente probada. Y el sacerdote que está aquí ha traído la bandera del Líbano a esta audiencia.
Como dijo San Juan Pablo II hace treinta años, en un momento crucial de la historia del país, yo también reitero hoy: «Ante los repetidos dramas, que cada uno de los habitantes de esa tierra conoce, nosotros somos conscientes del extremo peligro que amenaza la existencia misma del país: el Líbano no puede ser abandonado a su soledad» (Carta Apostólica a todos los obispos de la Iglesia Católica sobre la situación en el Líbano, 7 de septiembre de 1989).
Durante más de cien años, el Líbano ha sido un país de esperanza. Incluso durante los períodos más oscuros de su historia, los libaneses han mantenido su fe en Dios y demostrado la capacidad para hacer de su tierra un lugar de tolerancia, respeto y coexistencia único en la región. Es profundamente cierto que el Líbano representa algo más que un Estado: el Líbano "es un mensaje de libertad y un ejemplo de pluralismo tanto para Oriente como para Occidente." (ibíd.). Por el bien del país, pero también del mundo, no podemos permitir que este patrimonio se disperse.
Aliento a todos los libaneses a seguir esperando y a encontrar la fuerza y la energía necesarias para recomenzar. Pido a los políticos y a los líderes religiosos que se comprometan con sinceridad y transparencia en la labor de reconstrucción, dejando de lado los intereses partidistas y mirando al bien común y al futuro de la nación. También renuevo mi invitación a la comunidad internacional a sostener el país para ayudarlo a salir de la grave crisis, sin verse involucrado en las tensiones regionales.
En particular, me dirijo a los habitantes de Beirut, duramente castigados por la explosión: ¡recobrad el valor, hermanos! Que la fe y la oración sean vuestra fuerza. No abandonéis vuestros hogares y vuestra herencia, no dejéis caer los sueños de aquellos que creyeron en el futuro de un país hermoso y próspero.
Queridos pastores, obispos, sacerdotes, consagrados, consagradas, laicos, seguid acompañando a vuestros fieles. Y a vosotros, obispos y sacerdotes, os pido celo apostólico; os pido pobreza, nada de lujos, pobreza con vuestro pobre pueblo que sufre. Dad vosotros ejemplo de pobreza y humildad. Ayudad a vuestros fieles y a vuestro pueblo a levantarse y ser protagonistas de un nuevo renacimiento. Sed todos artífices de concordia y renovación en nombre del interés común, de una verdadera cultura del encuentro, del vivir juntos en paz, de fraternidad. Una palabra tan querida por San Francisco: fraternidad. Que esta concordia sea una renovación en el interés común. Sobre esta base se podrá asegurar la continuidad de la presencia cristiana y vuestra inestimable contribución al país, al mundo árabe y a toda la región, en un espíritu de fraternidad entre todas las tradiciones religiosas existentes en el Líbano.
Por este motivo quiero invitar a todos a vivir una jornada universal de oración y ayuno por el Líbano, el próximo viernes 4 de septiembre. Tengo la intención de enviar un representante mío al Líbano para que acompañe a la población: el Secretario de Estado irá en mi nombre, para expresar mi cercanía y solidaridad. Ofrezcamos nuestras oraciones por todo el Líbano y por Beirut. Estemos también cerca con el compromiso concreto de la caridad, como en otras ocasiones similares. También invito a los hermanos y hermanas de otras confesiones y tradiciones religiosas a asociarse a esta iniciativa de la manera que consideren más apropiada, pero todos juntos.
Y ahora os pido que confiéis a María, Nuestra Señora de Harissa, nuestras angustias y esperanzas. Que ella sostenga a los que lloran a sus seres queridos e infunda valor a todos los que han perdido sus hogares y con ellos parte de sus vidas. Que interceda ante el Señor Jesús, para que la Tierra de los Cedros florezca de nuevo y esparza el aroma de la convivencia por toda la región del Medio Oriente.
Y ahora invito a todos, en la medida de lo posible, a ponerse de pie en silencio y rezar en silencio por el Líbano.
Papa Francisco, 2 de septiembre de 2020.
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