Comenzamos el nuevo año pidiendo al Señor que nos bendiga con la paz en nuestros corazones, en nuestras familias y en el mundo entero, e invocando el auxilio de santa María, madre de Jesús y madre nuestra, a la que pedimos que nos ampare bajo su manto protector, escuchando este precioso villancico de Juan del Encina (siglo XV).
Esta es la música original de hace más de 500 años, tal como se conserva en «Cancionero musical de palacio». El manuscrito se conserva en la biblioteca del palacio real de Madrid y recoge un repertorio de música de la corte de los Reyes Católicos Isabel y Fernando. En el índice aparecen 548 piezas. Por desgracia se han perdido 100, por lo que se conservan 458. Aún así es el cancionero antiguo más amplio y completo que ha llegado hasta nuestros días.
Pues que tú, Reina del cielo, tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que reinas con el Rey
de aquel reino celestial,
tú, lumbre de nuestra ley,
luz del linaje humanal;
pues para quitar el mal
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, Virgen, que mereciste
ser madre de tal Señor;
tú, que cuando lo pariste
lo pariste sin dolor;
pues con nuestro Salvador
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que del parto quedaste
tan virgen como primero;
tú, Virgen, que te preñaste
siendo virgen por entero;
pues que con Dios verdadero
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que lo que perdió Eva
cobraste, por quien tú eres;
tú, que nos diste la nueva
de perdurables placeres;
tú, bendita entre las mujeres,
si nos vales
darás fin a nuestros males.
Tú, que te dicen bendita
todas las generaciones;
tú, que estás por tal escrita
entre todas las naciones;
pues en las tribulaciones
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que tienes por oficio
consolar desconsolados;
tú, que gastas tu ejercicio
en librarnos de pecados;
tú, que guías los errados
y los vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que tenemos por fe
ser de tanta perfección
que nunca será ni fue
otra de tu condición;
pues para la salvación
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
¿Quién podrá tanto alabarte
según es tu merecer?
¿Quién sabrá tan bien loarte
que no le falte saber?;
pues que para nos valer
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
¡Oh, Madre de Dios y Hombre!
¡Oh, concierto de concordia!
Tú, que tienes por renombre
Madre de misericordia,
pues para quitar discordia
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que por gran humildad
fuiste tan alto ensalzada
que a par de la Trinidad
tú sola estás sentada.
Y pues tú, Reina sagrada,
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que estabas ya criada
cuando el mundo se crio;
tú, que estabas muy guardada
para quien de ti nació,
pues por ti nos conoció,
si nos vales
fenecerán nuestros males.
Fin
Tú, que eres flor de las flores;
tú, que del cielo eres puerta;
tú, que eres olor de olores;
tú, que das gloria muy cierta,
si de la muerte muy muerta
no nos vales,
no hay remedio en nuestros males.
Pues que tú, Reina del cielo, tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que reinas con el Rey
de aquel reino celestial,
tú, lumbre de nuestra ley,
luz del linaje humanal;
pues para quitar el mal
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, Virgen, que mereciste
ser madre de tal Señor;
tú, que cuando lo pariste
lo pariste sin dolor;
pues con nuestro Salvador
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que del parto quedaste
tan virgen como primero;
tú, Virgen, que te preñaste
siendo virgen por entero;
pues que con Dios verdadero
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que lo que perdió Eva
cobraste, por quien tú eres;
tú, que nos diste la nueva
de perdurables placeres;
tú, bendita entre las mujeres,
si nos vales
darás fin a nuestros males.
Tú, que te dicen bendita
todas las generaciones;
tú, que estás por tal escrita
entre todas las naciones;
pues en las tribulaciones
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que tienes por oficio
consolar desconsolados;
tú, que gastas tu ejercicio
en librarnos de pecados;
tú, que guías los errados
y los vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que tenemos por fe
ser de tanta perfección
que nunca será ni fue
otra de tu condición;
pues para la salvación
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
¿Quién podrá tanto alabarte
según es tu merecer?
¿Quién sabrá tan bien loarte
que no le falte saber?;
pues que para nos valer
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
¡Oh, Madre de Dios y Hombre!
¡Oh, concierto de concordia!
Tú, que tienes por renombre
Madre de misericordia,
pues para quitar discordia
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que por gran humildad
fuiste tan alto ensalzada
que a par de la Trinidad
tú sola estás sentada.
Y pues tú, Reina sagrada,
tanto vales,
¡da remedio a nuestros males!
Tú, que estabas ya criada
cuando el mundo se crio;
tú, que estabas muy guardada
para quien de ti nació,
pues por ti nos conoció,
si nos vales
fenecerán nuestros males.
Fin
Tú, que eres flor de las flores;
tú, que del cielo eres puerta;
tú, que eres olor de olores;
tú, que das gloria muy cierta,
si de la muerte muy muerta
no nos vales,
no hay remedio en nuestros males.
No hay comentarios:
Publicar un comentario