Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 16 de diciembre de 2025

San Juan de la Cruz: el escritor


San Juan de la Cruz unió como pocos la experiencia mística con la palabra poética. Sus versos no son solo literatura depurada, sino reflejo de un alma tocada por Dios, consciente de que lo vivido en el encuentro con lo divino no cabe nunca del todo en palabras. Por eso recurre a imágenes, metáforas y comparaciones que apenas logran «balbucir» lo indecible, fruto de una lucha constante con el lenguaje.
 
Aunque algunos atribuyen su inspiración únicamente a un don sobrenatural, él mismo recordaba que «unas palabras me las da Dios y otras me las busco yo», subrayando la mezcla de gracia y esfuerzo que caracteriza su obra.

Su formación en las artes liberales, especialmente en la retórica, en Medina y Salamanca, le permitió escribir con extraordinaria claridad y belleza. Sin embargo, en su tarea de escritor siempre primó lo espiritual sobre lo literario: escribía para acompañar a quienes quieren avanzar en la vida interior. De hecho, advertía que su doctrina no sería entendida por muchos, porque no ofrece «cosas dulces y sabrosas», sino enseñanzas sólidas para quienes desean dejarse purificar y guiar hacia la unión con Dios.

En su reflexión sobre la predicación, afirmaba que el estilo solo produce fruto cuando va acompañado de una vida coherente. No despreciaba la retórica («el buen término y estilo aun las cosas caídas levanta»), pero insistía en que la elocuencia vacía carece de eficacia espiritual. Por eso su escritura busca hablar «al corazón», usando imágenes para enamorar más que para convencer; su propósito no es decirlo todo, sino abrir caminos y suscitar el deseo.

En la creación literaria sanjuanista convergen vivencia, estudio y sensibilidad artística. Integra influencias bíblicas, clásicas, judías, musulmanas y populares, y analiza con rigor psicológico las experiencias místicas que originan sus símbolos más célebres (la noche, el desposorio espiritual, la llama de amor). 

El reconocimiento literario y teológico de su obra es relativamente reciente. Durante siglos fue leído casi solo como maestro espiritual. A finales del siglo XIX, Menéndez Pelayo lo ensalzó como creador de una poesía “angélica y divina”, y poco después Unamuno lo consideró no solo el mayor poeta, sino también uno de los grandes pensadores españoles. Los análisis rigurosos de Baruzi y Dámaso Alonso abrieron la puerta a estudios literarios sistemáticos, y en el campo teológico autores como Balthasar, Sicari, Thompson o Pikaza han mostrado la profundidad, actualidad e irradiación universal de su pensamiento.

Hoy san Juan de la Cruz es un referente mundial, estudiado en todos los continentes y en múltiples disciplinas, aunque su lectura sigue siendo exigente: su lenguaje es claro, pero lo que dice resulta desconcertante y hondo. La bibliografía sobre él es inmensa (más de seis mil títulos en una colección bibliográfica del año 2000) y sigue creciendo cada año.

Sus escritos principales son: los poemas nacidos en la cárcel de Toledo y otros posteriores; los tratados que explican su sentido (Subida, Noche, Cántico, Llama), redactados entre 1582 y 1586; y los Dichos de luz y amor junto a cartas y obras menores. Aunque parte de su obra se ha perdido, lo conservado basta para reconocerlo como uno de los grandes poetas místicos y teólogos de Occidente.

Resumen del capítulo noveno de mi libro Eduardo Sanz de Miguel, «Luz en la noche del alma. Vida y legado de san Juan de la Cruz». Grupo editorial Fonte, Burgos 2025, páginas 185-210.

2 comentarios:

  1. Como poeta, como contemplativo, como hermano, genial.

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  2. El Espíritu Santo te ilumina para con la Sabiduría que procede de Él ilumines a los que se acercan a los comentarios que descubres en la Palabra de Dios y en el Santo Padre Juan de la Cruz.

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