Hacia 1555, el valenciano Juan de Juanes pintó estos dos cuadros como parte de un retablo. A la izquierda vemos el momento en que san Esteban (vestido con alba y dalmática, como un diácono de la época del pintor) fue llevado al martirio. A la derecha vemos el momento en que fue lapidado. Contrasta la serenidad del rostro del diácono Esteban con la fealdad y violencia de los rostros de los sayones. Detrás, Saulo de Tarso (el futuro san Pablo) contempla impasible la escena. Al fondo, las murallas de una Jerusalén idealizada, con ruinas clásicas, obeliscos y pirámides, copiando un estilo que había desarrollado Rafael Sanzio. Se conservan en el museo del Prado.
La fiesta de san Esteban, el 26 de diciembre, nos recuerda que ser cristianos puede conllevar riesgos y que también en nuestros días muchos creyentes sufren persecución a causa de su fe.
El Niño Jesús, que nació en Belén, salvó a la humanidad. Si Jesús no hubiera nacido en la tierra, los hombres no habrían podido nacer para el cielo. Pero gracias a su nacimiento y a su pasión, nosotros podemos triunfar de la muerte, que no tiene la última palabra.
En el triunfo de san Esteban, el primer mártir cristiano, celebramos nuestro triunfo futuro.
Antiguamente hoy se celebraba la fiesta de los diáconos. Felicidades a todos los que sirven a Cristo y a los hermanos en ese ministerio. El Señor los bendiga a todos.
Tabla de san Esteban, pintada el año 1476 por el veneciano Carlo Crivelli.
Icono copto del diácono san Esteban, pintado por el egipcio Joseph Makram.
Icono bizantino contemporáneo de san Esteban.
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