Santa Maravillas nació en Madrid, en 1891, en un solar que hoy ocupan algunas dependencias del congreso de los diputados. Su padre fue ministro de fomento y embajador de España ante la Santa Sede. Debido a su posición social y a su buena formación, se le ofrecieron muchas posibilidades humanas, pero ella se sentía llamada a servir al Señor en pobreza y humildad, por lo que ingresó en las carmelitas descalzas de El Escorial, cerca de Madrid.
Apremiada por una inspiración divina, fundó un Carmelo en el Cerro de los Ángeles, junto al monumento al Corazón de Jesús. A esta fundación siguieron otras nueve en España y una en la India.
Tenía verdadera pasión por la gloria de Dios y la salvación de las almas. En su vida, concedió siempre la primacía a la oración y a la inmolación por el bien de la Iglesia.
Desde su clausura, y viviendo con gran austeridad, socorrió a los necesitados, fomentando iniciativas apostólicas y obras sociales y caritativas.
Ayudó de manera particular a su Orden, a los sacerdotes y a diversas congregaciones religiosas. Falleció el 11 de diciembre de 1974. Fue beatificada en 1998 y canonizada el año 2003.
De sus escritos:
«La mayor felicidad de la tierra, que nada nos puede quitar, consiste en unirse a Dios y cumplir su voluntad amándole y sirviéndole. Cuando las cosas se hacen por Dios, ¡qué tranquilidad da todo lo que pueda pasar! Cada vez comprendo más la nada de todo lo que no es Dios».
«La santidad es muy sencilla: dejarse confiada y amorosamente en brazos de Dios, queriendo y haciendo lo que creemos que él quiere».
«El Señor se ha quedado en el sagrario para que le amemos y le imitemos, para ser nuestra fortaleza y nuestro consuelo. Para que viva Cristo en mí y yo en él».
«Bendito sea el Señor, que no tiene en cuenta nuestras miserias para obrar conforme a su infinita misericordia».
«Realmente, las penas sin la fe deben de ser imposibles de sufrir, pero con ella todo cambia, por doloroso que sea, viendo que quien lo permite es quien nos ama infinitamente».
«La oración es el arma más poderosa».
«¡Qué felices somos, queriendo de verdad lo que él quiere, y no ocupándonos más que de amarle y de decirle a todo que sí!».
«Yo no quiero saber otra cosa sino amar al Señor. ¡Qué pequeño, qué nada se ve el mundo y qué insensatas todas las luchas y deseos que en él hay!»
«Lo único que hago es, multitud de veces al día, decir al Señor que solo quiero vivir para amarle y agradarle, que quiero todo cuanto él quiera y como él lo quiera».
Oración colecta. Oh Dios, que atrajiste a santa María Maravillas de Jesús a los secretos del corazón de tu Hijo; concédenos, por su intercesión y ejemplo, que, experimentando las delicias de tu amor, cooperemos a la salvación de las almas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Oración sobre las ofrendas. Acepta, Padre de bondad, las ofrendas que te presentamos en la fiesta de santa Maravillas de Jesús, y haz que, como ella, viviendo en obsequio de Jesucristo, nos ofrezcamos cada día por tu gloria, y seamos testigos de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Oración después de la comunión. Al recibir el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, pan de vida eterna y cáliz de eterna salvación, te suplicamos, Señor, que, transformados por su fuerza, te sirvamos siempre, como santa Maravillas de Jesús, amando tus preceptos con sencillez de corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Oración colecta. Oh Dios, que atrajiste a santa María Maravillas de Jesús a los secretos del corazón de tu Hijo; concédenos, por su intercesión y ejemplo, que, experimentando las delicias de tu amor, cooperemos a la salvación de las almas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Oración sobre las ofrendas. Acepta, Padre de bondad, las ofrendas que te presentamos en la fiesta de santa Maravillas de Jesús, y haz que, como ella, viviendo en obsequio de Jesucristo, nos ofrezcamos cada día por tu gloria, y seamos testigos de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Oración después de la comunión. Al recibir el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, pan de vida eterna y cáliz de eterna salvación, te suplicamos, Señor, que, transformados por su fuerza, te sirvamos siempre, como santa Maravillas de Jesús, amando tus preceptos con sencillez de corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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