Estimados amigos, nos disponemos, un año más, a celebrar la santa Navidad, que nos recuerda el amor de Dios por nosotros y por todos los hombres: «Tanto amó Dios al mundo que envió a su propio Hijo, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Juan 3,16).
No estamos hablando del pasado, sino de una realidad actual, como nos recuerda san Juan de la Cruz: «Siempre descubrió el Señor los tesoros de su Sabiduría y Espíritu a los mortales. Pero ahora que la malicia va descubriendo más su cara, más los descubre» (Dichos de luz y amor, 1).
El santo carmelita estaba convencido de que la gracia y el amor de Dios no son cosas de otros tiempos, sino que él sigue actuando siempre, también en nuestros días, e incluso más en estos tiempos que en los que nos precedieron. Por eso es tan necesario que tengamos los ojos bien abiertos, para gozar de su presencia en nuestras vidas.
Hace dos mil años nació en la pobreza y se manifestó débil. Algunos lo acogieron y otros lo rechazaron. Hoy sigue manifestándose en la pequeñez y tenemos que decidir si queremos acogerlo o no.
No vale la pena malgastar energías en lamentarse por lo mal que anda el mundo y cosas por el estilo. Dios sigue actuando y manifestando su gracia, por lo que lo verdaderamente urgente es descubrir su cercanía, acoger sus visitas, dejarnos llenar de su amor y colaborar con él en la construcción de un mundo más justo y fraterno.
El Niño Jesús, que nació en Belén, nazca en nuestros corazones y en nuestras familias. Amén.
La Virgen María, madre de Jesús y madre nuestra, nos ayude a vivir gozosamente la fe, como hijos fieles de la Iglesia. Amén.
Soria, Navidad 2023. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.
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