Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

lunes, 28 de julio de 2025

La teología pastoral


Muchos prefieren llamarla «teología práctica», ya que reflexiona sobre «todas» las acciones eclesiales, y no solo sobre las de los clérigos o pastores, con las que se identificaba en otros tiempos. Ciertamente, la actividad pastoral de la Iglesia no es responsabilidad exclusiva de los sacerdotes, sino de la Iglesia entera, ministros y fieles. Por eso, toda la Iglesia es responsable del ministerio pastoral y toda la Iglesia es objeto del estudio de la teología pastoral, que prepara para anunciar el mensaje recibido, para evangelizar por medio del anuncio misionero, la catequesis, la predicación, la actividad social y caritativa, etc.

La Biblia no es un libro de geografía, de historia ni de literatura –aunque contenga datos geográficos e históricos y use de figuras literarias–, sino un libro de fe, escrito por creyentes y para creyentes. Su fin último es confesar la fe de los escritores y hacer brotar la fe en los lectores, tal como recuerda san Juan en su evangelio: «Jesús hizo muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengáis vida en él» (Jn 20,30-31). Esta es también la misión última de la Iglesia: suscitar y fortalecer la fe para que los creyentes alcancen la salvación (en esta vida y en la eterna). Y el modelo tiene que ser siempre la actividad de Jesús.

El contexto social, cultural y económico de cada comunidad cristiana condiciona su vida y también su labor pastoral, haciendo que se pongan los acentos en una u otra realidad. La Iglesia debe conjugar una doble fidelidad: a Dios y al hombre real, con sus preocupaciones y alegrías concretas, tal como recuerda el Vaticano II en la «Gaudium et spes».

La Iglesia, para anunciar a Cristo y trabajar al servicio del reino de Dios, además de desarrollar su actividad pastoral en los contextos tradicionales, necesariamente debe hacerse presente en los «areópagos» modernos:

«El mundo de la comunicación, que está unificando a la humanidad y transformándola, […] el compromiso por la paz, el desarrollo y la liberación de los pueblos; los derechos del hombre y de los pueblos, sobre todo los de las minorías; la promoción de la mujer y del niño; la salvaguardia de la creación, […] el vastísimo areópago de la cultura, de la investigación científica, de las relaciones internacionales que favorecen el diálogo y conducen a nuevos proyectos de vida» (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 37).

Íntimamente unidas a la teología pastoral se encuentran la teología de la misión, que se centra en el primer anuncio del evangelio a los no cristianos, y el diálogo interreligioso para trabajar con los creyentes de otras religiones en el cuidado de la creación y en la construcción de una sociedad más justa y solidaria.

Los principios fundamentales para la actividad misionera están recogidos en la declaración «Ad gentes» del concilio Vaticano II, que afirma:

«La Iglesia peregrinante es misionera por su naturaleza, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre. […] Lo que el Señor ha predicado una vez o lo que en él se ha obrado para la salvación del género humano hay que proclamarlo y difundirlo hasta los confines de la tierra, de suerte que lo que ha efectuado una vez para la salvación de todos consiga su efecto en la sucesión de los tiempos. […] Todos los hijos de la Iglesia han de tener viva conciencia de su responsabilidad para con el mundo, han de fomentar en sí mismos el espíritu verdaderamente católico y consagrar sus fuerzas a la obra de la evangelización. […] Colaboren fraternalmente con otros cristianos, y con los no cristianos, teniendo siempre presente que la edificación de la ciudad terrena se funda en el Señor y a él se dirige».

Los principios fundamentales para el diálogo interreligioso están recogidos en la declaración «Nostra aetate» del concilio Vaticano II, que afirma:

«Todos los pueblos forman una comunidad, tienen un mismo origen, puesto que Dios hizo habitar a todo el género humano sobre la faz de la tierra; y tienen también un fin último, que es Dios, cuya providencia, manifestación de bondad y designios de salvación se extienden a todos, hasta que se unan los elegidos en la ciudad santa, que será iluminada por el resplandor de Dios y en la que los pueblos caminarán bajo su luz» (n. 1).

Entre todos los acuerdos sobre la colaboración interreligiosa para el cuidado de la creación y la promoción de la justicia, destaca el «Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común», firmado en Abu Dabi el año 2019 por la Iglesia Católica y los sunníes de al-Azhar, que comienza así:

«La fe lleva al creyente a ver en el otro a un hermano que debe sostener y amar. Por la fe en Dios, que ha creado el universo, las criaturas y todos los seres humanos –iguales por su misericordia–, el creyente está llamado a expresar esta fraternidad humana, protegiendo la creación y todo el universo y ayudando a todas las personas, especialmente a las más necesitadas y pobres».


Texto tomado de mi libro Eduardo Sanz de Miguel, "Hablar de Dios y del hombre en el siglo XXI. Introducción a la Teología y sus contenidos", editorial Monte Carmelo, Burgos 2019, páginas 183-186.

1 comentario:

  1. Guardo entre todo:
    La Biblia es un libro de Fe escrito por creyentes y para creyentes.
    Dicho por usted Padre Eduardo.

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