En la segunda lectura de la misa, san Pablo nos invita a estar alegres porque «el Señor está cerca». Él es nuestra alegría, él es nuestra paz, él es nuestra esperanza. En él se cumple lo que anunciaba el profeta Sofonías en la primera lectura: «El Señor, tu Dios, está en medio de ti, te salva, se goza y se complace en ti, te ama». ¿Cómo no cantar de alegría escuchando estas cosas?
En medio de nuestras dificultades y de nuestros sufrimientos, la fuente de nuestra alegría brota del saber que «el Señor está cerca», más cerca de nosotros que nosotros mismos, ya que está dentro de nosotros y nunca nos abandona, ni en los momentos más oscuros y difíciles.
Por eso el salmo responsorial nos invita a gritar «llenos de júbilo» y a sacar aguas «con gozo» de las fuentes de la salvación.
La primera lectura nos invita a estar alegres usando varios verbos: «Alégrate, hija de Sión, grita de gozo Israel; regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén...»
Pero no solo nos invita a alegrarnos porque Dios está cerca de los que lo invocan. Añade que Dios mismo está contento y se alegra cuando lo acogemos y dejamos entrar en nuestras vidas: «El Señor, tu Dios, está en medio de ti, valiente y salvador; se alegra y goza contigo, te renueva con su amor; exulta y se alegra contigo como en día de fiesta».
A nadie le faltan los sufrimientos, las dificultades, las incomprensiones, las pérdidas dolorosas..., pero podemos alegrarnos en el Señor, con una paz y una alegría que el mundo no conoce ni puede dar. Que el Señor Jesús sea nuestro gozo, nuestra fuerza y nuestra esperanza. Amén.
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