martes, 27 de junio de 2017
El ciclo de los patriarcas
Ya he explicado en varias ocasiones que la liturgia de la Iglesia está organizada de tal manera que cada año leemos enteros los cuatro evangelios en las misas de los días feriales.
Las primeras lecturas se van alternando entre libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, de tal manera que cada dos años, en las misas de los días feriales hacemos un repaso a todos los libros de la Biblia, proclamando sus pasajes más importantes en una lectura "semicontinua".
Ayer comenzamos a leer el ciclo de los patriarcas en el libro del Génesis. De ahí se tomarán las primeras lecturas de la misa de las próximas tres semanas (excepto los domingos y los días de fiesta, que tienen lecturas propias).
En las clases de Biblia hemos explicado en distintas ocasiones que el libro del Génesis se divide en dos partes: Los 11 primeros capítulos cuentan la "protohistoria" y son una reflexión sapiencial sobre los orígenes del mundo, del ser humano, del pecado, etc.
Los capítulos 12 al 50 cuentan la historia de los patriarcas: Abrahán, Isaac, Jacob (al que Dios cambió el nombre por Israel), José y sus hermanos (que son los ancestros de las doce tribus).
Los textos bíblicos que hablan de ellos no son cuentos populares, pero tampoco biografías en el sentido moderno del término. Son narraciones religiosas que se trasmitieron oralmente durante siglos y que unen algunos acontecimientos históricos y otros relatos populares, interpretándolos a la luz de la fe de Israel.
Las distintas tribus tenían diversas tradiciones sobre sus antepasados. A partir del siglo VIII a. C. se unificaron sus relatos y se pusieron en relación unos con otros.
La redacción definitiva sirvió a los autores bíblicos para hablar del proyecto de Dios sobre Israel y sobre todos los pueblos y cómo ese plan de salvación se va realizando en el tiempo, superando las dificultades y oposiciones que van surgiendo a lo largo de los siglos.
En los relatos patriarcales se recogen los principales argumentos de la religión de Israel: Dios se ha revelado como un ser personal, ha elegido a Israel (pueblo compuesto por los descendientes de Abrahán) como «su» pueblo, ha hecho alianza de amor con él (la circuncisión es su signo externo, un «sello» en el cuerpo de los creyentes) y le ha prometido una tierra en propiedad. Israel responde dando culto en exclusiva al Dios de los patriarcas, el «Dios de Abrahán, Isaac y Jacob».
Ni Abrahán ni los otros patriarcas son héroes mitológicos idealizados. La Biblia cuenta sus virtudes y también sus defectos y faltas: envidias, traiciones, engaños, etc.
Dios ofrece su salvación a personas concretas, marcadas por sus pecados e imperfecciones, a las que hace promesas de vida y bendición. Cuando se fían de Dios, le dan la oportunidad de actuar en sus vidas, de entrar en nuestra historia. Cuando le dan la espalda, él espera pacientemente a que le dejen actuar.
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