El jueves posterior a la fiesta de la Santísima Trinidad era la fiesta tradicional del Corpus Christi. En algunos lugares se conserva esa fecha, pero donde no es festivo civil se ha trasladado al domingo siguiente, para que los fieles puedan participar.
Esta hermosa fiesta nos invita a reflexionar sobre la presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento del altar. Nosotros creemos que su palabra tiene poder, y él nos asegura: "Esto es mi cuerpo... esta es mi sangre", por lo que él está realmente presente en el pan y en el vino de la eucaristía.
En muchos pueblos y ciudades se tienen procesiones y se traslada el Santísimo en custodias por las calles. Así tomamos conciencia de que Jesús camina con nosotros y está realmente presente a nuestro lado todos los días de nuestra vida.
¡Admirable misterio de nuestra fe! Dios está con nosotros, camina a nuestro lado, se ofrece como alimento para fortalecernos. ¡Bendito sea por siempre!
Hermoso soneto de la carmelita descalza Cecilia del Nacimiento (1570–1646):
¡Oh pan de mi sustancia que me alientas!,
no hay a mi paladar alguna cosa
como el bocado tuyo deleitosa,
que en tu gusto mis gustos apacientas.
Muero por ti de hambre y te me ausentas;
no huyas de quien tiembla temerosa,
–que aunque morena, soy también hermosa–
cuando en mi pobre choza te aposentas.
Traga en tu lleno todo mi vacío
para que así enriquezcas mi pobreza
quedándote en el corazón de asiento.
Pues estando sin mí, quiere ser mío,
deja el retrato, amor, de su belleza
y quédese cerrado el aposento.
Soneto "Corpus Christi" de Antonio Murciano (1929–).
Que viene por calle Dios, que viene
como de espuma o pluma o nieve ilesa;
tan azucenamente pisa y pesa
que solo un soplo de aire le sostiene.
Otro milagro, ¿ves? Él, que no tiene
ni tamaño ni límites, no cesa
nunca de recrearnos la sorpresa
y ahora en un aro de aire se contiene.
Se le rinde el romero y se arrodilla;
se le dobla la palma ondulante;
las torres en tropel, campaneando.
Dobla también y rinde tu rodilla,
hombre, que viene Cristo caminante
—poco de pan, copo de pan— pasando.
Que viene por calle Dios, que viene
como de espuma o pluma o nieve ilesa;
tan azucenamente pisa y pesa
que solo un soplo de aire le sostiene.
Otro milagro, ¿ves? Él, que no tiene
ni tamaño ni límites, no cesa
nunca de recrearnos la sorpresa
y ahora en un aro de aire se contiene.
Se le rinde el romero y se arrodilla;
se le dobla la palma ondulante;
las torres en tropel, campaneando.
Dobla también y rinde tu rodilla,
hombre, que viene Cristo caminante
—poco de pan, copo de pan— pasando.
Soneto a la eucaristía de Narciso Campillo y Correa (1835–1900):
Por más que se levanta el pensamiento
con vuelo desusado y peregrino,
hallar no puede en su ideal camino
otro tan alto y singular portento.
Que baje Dios desde el sublime asiento,
que dé su carne en pan, su sangre en vino,
que habite el cuerpo del mortal mezquino
y se confunda y viva con su aliento.
Misterios son en que se abisma en vano
aun del ángel la clara inteligencia,
cual piedra en la extensión del océano.
¿Quién investigará la eterna Esencia?
Absorto y mudo ante el grandioso arcano
invoco yo la fe, y ella es mi ciencia.
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