El año pasado ya dedicamos esta entrada a presentar a la beata Ana de san Bartolomé, compañera de santa Teresa de Jesús que fue también su enfermera y amanuense y en cuyos brazos murió la Santa. Momento en el que floreció el almendro del patio de las carmelitas descalzas de Alba de Tormes, aunque era un 15 de octubre, tal como lo representa el cuadro de Isabel Guerra. En este día de su fiesta les ofrezco tres poemas suyos:
¡Oh, dulce Jesús,
Nuestro bien y gozo!
Dadme vuestra luz,
Mírenme tus ojos.
Jesús me miró
Y yo le miré.
Díjome: "Mi esposa,
Por ti moriré"
¡Oh, dulce Jesús,
Nuestro bien y gozo!
Dadme vuestra luz,
Mírenme tus ojos.
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¡Dios mío y mi Señor!,
tened memoria,
que ha visto ya mi fe
vuestra figura,
y que sin ella no hay
para mí gloria.
El día que os miré
quedé de suerte,
que no habrá cosa ya
que tanto pueda
que una hora ni memento
me deleite.
La vida será muerte
ya, Dios mío,
si Vos no me lleváis
adonde os vea
y goce ya sin pena
y sin gemido.
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¿Quién llama con tal porfía
a mi puerta y con gemido?
Vuestro esposo es, alma mía,
que os apela noche y día,
y vos no le habéis oído.
Con el frío y el calor
yo os atiendo a estos vientos,
el rocío en mis cabellos,
y por vuestro amor suspiro.
Vuestro esposo es, alma mía,
y vos no le habéis oído.
Yo me he entrado por las breñas,
habiéndome mal herido,
y la sangre de mis venas
por este suelo vertido
sin tasa ni sin medida.
Vuestro esposo es, alma mía,
y vos no le habéis oído.
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