Historia. Pronto celebraremos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. La fiesta es relativamente reciente (tiene menos de doscientos años), aunque tanto en la Biblia como en los escritores antiguos se habla del corazón como símbolo del amor.
Algunos Padres de la Iglesia desarrollaron una profunda teología sobre el corazón traspasado de Cristo, del que brotó la Iglesia.
Se conservan numerosos testimonios de devoción al corazón de Jesús en autores medievales, como san Bernardo de Claraval († 1153) y santa Gertrudis de Helfta († 1302), pero sin repercusiones litúrgicas.
La fiesta surgió por obra de san Juan Eudes († 1680), que compuso misa y oficio propios, y por las revelaciones de santa Margarita María de Alacoque († 1690). El papa Clemente XIII la autorizó en 1765 y Pío IX la hizo obligatoria para toda la Iglesia latina en 1856.
Su colocación en el viernes posterior a la semana del Corpus Cristi, establece una relación directa con el Viernes Santo, similar a la que se da entre la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo con el Jueves Santo.
En torno a la fiesta han surgido algunas devociones muy arraigadas (consagración, letanías, acto de reparación, nueve primeros viernes).
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús en el s. XIX y se identificó con los deseos de «reparación» y «expiación» por los pecados.
Se insistía en el dolor que causan a Jesús las espinas que le clavamos cada día y en expresiones similares para invitar al arrepentimiento.
Actualidad. ¿Qué significa esta fiesta para nosotros? En la Biblia, cuando se habla del corazón, se indica la voluntad, el amor.
El teólogo Karl Rahner (1904-1984), a partir del sentido bíblico de la palabra "corazón" escribió: “En la devoción al Sagrado Corazón adoramos a la persona del Señor bajo la imagen de su Corazón, que simboliza su centro primordial, la fuente de todos sus pensamientos, proyectos y sentimientos”.
Ya en el Antiguo Testamento se dice que el corazón de Dios se estremece de compasión. Pero es en el Nuevo Testamento donde se manifiesta hasta el fondo lo que significa el amor de Dios, que no se echa atrás ante la ingratitud ni ante el rechazo de los hombres. Al contrario, envía a su Hijo al mundo como salvador. El Hijo, lleno de amor como el Padre (es decir, lleno del Espíritu Santo), entrega su vida por salvar a los hombres. Su costado atravesado por una lanza es la manifestación de un amor más fuerte que la muerte.
El corazón traspasado del redentor es la mejor manifestación del amor de Dios, que no nos trata como merecen nuestros pecados. Al contrario, nos bendice con gran generosidad. Nuestros corazones heridos encuentran consuelo y esperanza en el Corazón de Jesús, que siempre nos recuerda que su amor no tiene fin.
Liturgia. Siguiendo la espiritualidad del siglo XIX, en el que se escribieron, algunas oraciones que se han conservado hablan del deseo de «reparar» las ofensas que los hombres causamos al Sagrado Corazón:
- «Dios nuestro, que has depositado infinitos tesoros de misericordia en el corazón de tu amado Hijo, herido por nuestros pecados, concédenos que, al rendirle nuestro homenaje de amor, logremos también tributarle una debida reparación».
Otras oraciones –las compuestas después de la reforma del concilio Vaticano II– contemplan con agradecimiento el amor redentor de Cristo:
- «Al celebrarse hoy la solemnidad del Corazón de Jesús, en la que recordamos el inmenso amor de tu Hijo hacia nosotros, te suplicamos, Padre todopoderoso, que nos concedas alcanzar de esa fuente inagotable la abundancia de tu gracia».
- «Cristo, con inmenso amor, se entregó por nosotros en la cruz e hizo salir sangre y agua de su costado herido, de donde habrían de brotar los sacramentos de la Iglesia, para que todos, atraídos hacia el corazón abierto del salvador, pudieran beber siempre, con gozo, de la fuente de la salvación».
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