Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 19 de junio de 2021

Jesús calma la tempestad


El evangelio del domingo 12 del Tiempo Ordinario, ciclo "b", cuenta que Jesús estaba cruzando en barca el lago de Genesaret, en compañía de sus discípulos. Mientras él dormía, se levantó una fuerte tempestad y los discípulos se asustaron, porque "se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca, hasta casi llenarla de agua". Le despertaron y él increpó al viento y al mar, que se calmaron.

Tradicionalmente, se ha interpretado la barca como imagen de la iglesia, que surca el mar de este mundo entre peligros y contradicciones. A veces, parece que Jesús está dormido y que nos deja solos, nos da la impresión de que las dificultades van a hundir la barca. Sin embargo, en el momento oportuno, Jesús calma la tormenta y nos da la paz.

Lo mismo sucedió en el momento de la muerte de Jesús. Los discípulos se asustaron y pensaron que todo había terminado para ellos, pero Cristo se “despertó” del sueño de la muerte en la resurrección y les dio la paz: “Paz a vosotros. Soy yo, no tengáis miedo”.

Así sucede en cada generación: cuando se multiplican las dificultades, parece que todo se hunde bajo nuestros pies, pero tenemos que seguir esperando en Jesús, que parece “dormido” o ausente. En realidad, él nunca se aleja de nosotros y, en el momento oportuno, él vencerá sobre todas las tormentas, sobre todas las dificultades, porque él es más fuerte que el pecado, que la enfermedad y que la muerte.

Como dice san Agustín: "La Iglesia camina en la historia entre las persecuciones del mundo y los consuelos que recibe de Dios". Esto sirve para la Iglesia como pueblo y para cada uno de los creyentes. No podemos detenernos solo en los consuelos, pero tampoco debemos dejarnos vencer por los temores. Con san Juan de la Cruz, decimos: “Buscando mis amores, / iré por esos montes y riberas, / ni cogeré las flores / ni temeré las fieras/ y pasaré los fuertes y fronteras”.

Con Jesús, tenemos que pasar "a la otra orilla", ir a nuevos sitios para anunciar allí también el evangelio. No podemos quedarnos parados por miedo a las tormentas. Con Jesús a nuestro lado, las superaremos.

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