Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 20 de junio de 2024

Señor, que los buenos sean simpáticos


A lo largo del tiempo, muchas personas de distintos lugares han orado así: "Señor, que los malos sean buenos y que los buenos sean simpáticos".

El caso es que esta es una petición muy actual, porque -por desgracia- algunas personas que se esfuerzan por ser buenas tienen unas caras tan tristes que dan la impresión de que la virtud sea indigesta aunque, en realidad, sea todo lo contrario.

Se parecen a los fariseos del tiempo de Jesús, que siempre estaban enfadados y no estaban contentos con nada.


Jesús, por el contrario, se juntaba con los niños y también con la gente sencilla de todas las condiciones y nos enseña a disfrutar de nuestra condición de hijos de Dios, sin vivir agobiados por el mañana, ya que a cada día le basta su afán (cf. Mt 6,34).

En el calendario cristiano hay varios santos muy simpáticos, entre los que destacan estos cinco: 

- El inglés santo Tomás Moro (1478-1535). «Concédeme, Señor, la salud del cuerpo, con el buen humor necesario para mantenerla».

- La española santa Teresa de Jesús (1515-1582). «Un santo triste es un triste santo».

- El italiano san Felipe Neri (1515-1595). «Felices vosotros, jóvenes, porque tenéis tiempo para hacer el bien».

- El italiano san Juan Bosco (1815-1888). «Yo no quiero otra cosa de los jóvenes sino que sean buenos y que estén siempre alegres».

- La francesa santa Teresita de Lisieux (1873-1897). «Yo llevo la alegría dentro del corazón. No es una flor efímera, la tengo para siempre, cada día me manda al alma su sonrisa, lo mismo que una rosa de eterna primavera».

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