Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

lunes, 8 de agosto de 2016

Recordando el encuentro en el Desierto de las Palmas (2016)


Ayer concluyeron los días de convivencia y reflexión que cada año vivo en el Desierto de las Palmas a principios de agosto. Les comparto los testimonios de algunos de los participantes. Acompaño lo que han escrito estas personas con algunas fotografías del lugar.

Soy Rosa Ronda. La convivencia que hemos realizado en el Desierto de las Palmas, junto a nuestro padre Eduardo, es una experiencia que todos serían muy felices si la pudieran realizar. Te llena el corazón, te reconforta el alma, te abre el espíritu. El amor de Dios se manifiesta especialmente en este lugar y se vive una unidad y comunión verdaderas.

Las jornadas transcurren así: rezo de laudes, desayunos muy alegres, charlas llenas de sabiduría y claras para que las entendamos todos (este año sobre el tema de la misericordia en la Biblia), eucaristía muy participada, música preciosa de nuestros amigos José Manuel Montesinos, Paqui Alonso y Fina Navarro, comida en fraternidad, nuevas charlas, vísperas, adoración del Santísimo, cena en fraternidad y por la noche, bajo el cielo estrellado, rodeados de montañas, compartimos las experiencias del día, cantamos, bailamos, reímos, oramos… Doy gracias a Dios por todo y espero volver.


Soy Ana María Viciedo. Estamos pasando unos días en esta santa montaña del Desierto de las Palmas, rodeados por una naturaleza que nos habla de Dios, ayudados por el padre Eduardo a profundizar en el mensaje de la Biblia: el proyecto de Dios sobre el hombre, la libertad de los hijos de Dios, los orígenes del cristianismo y los fundamentos de nuestra fe. Bendito sea Dios, que nos permite gozarnos en su presencia.


Me llamo José María Celdrán. Muchas gracias, Señor, por todo: por estar presente en la eucaristía y en los compañeros de ejercicios, por el regalo de la comprensión y compañía de mi esposa Mari Ángeles, por las charlas de fray Eduardo, por poder proclamar tu evangelio, por mi compañera de mesa Lola Mensua, por los exquisitos manjares y atenciones de las hermanas en el comedor, por los cantos a la guitarra de José Manuel y Paqui, por las canciones de Fina, por la simpatía de Rosa de Altura, por poder compartir la fe con Mari Carmen, la hermana María Dolores y las hermanas de Bilbao, por entender el agradecimiento de María Dolores Cortés hacia su cuidadora María, por el disfraz de payaso y los mensajes de la hermana Lucía, por las ascensiones tempranas a la cima del monte Bartolo, porque Luis ha sido mi ángel de la guarda… Dice el evangelio: “Buscad el reino de Dios y lo demás se os dará por añadidura”. Yo recibo mucho más de lo que podría imaginar en este lugar maravilloso.


Me llamo María, soy de Rumanía, ortodoxa. Doy gracias a Dios Padre y a Jesucristo porque nos une a todos, sin que tenga importancia el lugar de proveniencia o el color de la piel. Él está siempre conmigo y me ha regalado una semana maravillosa en el Desierto de las Palmas, donde he encontrado gente estupenda y al padre Eduardo, que con su fe y su devoción ha consolidado mi fe, me ha traído tranquilidad y paz interior, alegría y felicidad a mi vida. Una experiencia única, que ha cambiado mi vida. Gracias a todos y gracias a Dios. Bendito sea.


Soy la hermana Petra. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Lo vivido en estos días en el Desierto es inexplicable: una gozada para el cuerpo y para el espíritu. Desde el momento que llegué, me sentí acogida y en familia. El grupo, tan variado, gracias a la fuerza del Espíritu, ha hecho realidad una convivencia donde han abundado los detalles, el cariño, la unidad entre todos... lo que nos ha permitido manifestarnos con sencillez y libertad de espíritu.

El padre Eduardo, instrumento de Dios, nos ha abierto el apetito con sus conferencias, haciéndonos descubrir cosas nuevas en cada charla. ¿Qué decir de las eucaristías y de las otras celebraciones? Siempre me he quedado con ganas de prolongar esos momentos tan emocionantes. ¡Cuánto nos han ayudado José Manuel y Paqui con sus canciones llenas de unción! La guitarra parecía hablar. Las hermanas de la casa han estado disponibles en todo momento, en actitud de servicio para hacernos la estancia agradable, además de ofrecernos una alimentación sana y variada. Hasta la naturaleza y el clima nos han ayudado a disfrutar de unos días maravillosos. Gracias, Señor, por todo lo recibido.


Me llamo Montserrat Arnaiz. Soy de la opinión que las cosas no suceden porque sí, sino que ocurren para algo, de ahí que no crea en las casualidades. Lo que en un principio tenía pensado que iba a vivir aquí con mis dos tías no tiene nada que ver con lo que estoy viviendo. Pensábamos descansar y hacer oración y nos hemos encontrado con algo que nos ha desbordado. Es la primera vez que venía a este lugar, pero veo que para la mayoría de los presentes, el venir al Desierto la primera semana de agosto es ya un “vicio”. Y es que se está tan bien que da pena bajar del monte Tabor al mundo real, pero sentimos que el evangelio puede dar sentido a nuestras vidas y queremos plasmarlo en el día a día, en nuestra vida cotidiana.

Las tertulias nocturnas son maravillosas. En ellas cada uno expone con libertad aquello que más le ha llamado la atención durante la jornada. Me he sentido acogida y querida desde el primer momento y puedo decir que el sentimiento es recíproco.

El padre Eduardo me ha ayudado a descubrir adónde estoy y adónde quiero dirigirme. Las charlas son dinámicas, naturales, van a lo esencial, a lo concreto, como me gusta a mí. Una mención especial es para José Manuel y Paqui, cordobeses residentes en Sevilla que con su guitarra, voces, poesías y música hacen que podamos tocar el cielo. Mi gratitud a las hermanas carmelitas, que nos alimentan como si no hubiera un mañana, todo sencillo, natural y hecho con cariño.


Gonzalo. Estoy contento de participar en esta convivencia o ejercicios espirituales, que son los primeros que realizo. Las celebraciones, las charlas, los testimonios y el ambiente están reavivando mi fe y despiertan en mí el interés para continuar este camino con sencillez. Gracias a todos por la cálida acogida y el cariño que me habéis brindado.


Amparo y Luis. En estos momentos de nuestra vida, con miembros de nuestra familia enfermos, lo que nos produce una carga emocional importante, necesitábamos fuerza espiritual para sobrellevarlo. Las palabras del padre Eduardo han abierto nuestros corazones y nos han hecho comprender mejor la misericordia del Señor. En las personas con las que hemos compartido esta convivencia hemos encontrado amor, comprensión y diálogo. Todo ello en un entorno excepcional que nos ha transmitido paz y serenidad.


También les recuerdo que hoy es la fiesta de santo Domingo de Guzmán, del que he hablado aquí y aquí.

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