Este cuadro del artista español contemporáneo Raúl Berzosa para la escuela de secundaria de los jesuitas de Tampa (USA) representa un tema clásico en el arte jesuítico: La visión del santo en la cueva de Storta, en las afueras de Roma. El santo cuenta que, cuando iba a Roma a pedir permiso para fundar la compañía de Jesús, sintió que Jesucristo le decía: "Te seré propicio en Roma". Frase que se recoge en latín en la filacteria que llevan los ángeles a la derecha del cuadro.
El 31 de julio se celebra la fiesta de san Ignacio de Loyola (1491-1556), el fundador de los jesuitas y redactor del famoso libro de los "Ejercicios espirituales".
Ignacio nació en el castillo de Loyola, junto a la aldea de Azpeitia, en el norte de España. Fue caballero al servicio del emperador Carlos V. Herido en 1521 por una bala de cañón, cuando defendía la fortaleza de Pamplona, fue llevado al castillo de su familia y se sometió a dolorosas cirugías debido a la fractura de una pierna.
Durante su convalecencia, para entretenerse, se dedicó a leer libros que narraban la vida de Cristo y de los santos. Estas lecturas lo llevaron a la conversión.
Una vez curado, peregrinó hasta el monasterio de Nuestra Señora de Montserrat, cerca de Barcelona. Allí, ante la imagen de la Virgen María, veló una noche entera y dejó a sus pies las armas de caballero.
Después se dirigió a Manresa, donde vivió un año dedicado a la oración en una cueva: "Y estando allí se le empezaron a abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales, como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas" (Autobiografía, 30).
Desde allí se dirigió peregrinando a Jerusalén. Su deseo era quedarse en la ciudad santa, pero no se lo permitieron, por lo que pasado un año tuvo que regresar a España.
Estudió filosofía y teología en Barcelona, Alcalá de Henares, Salamanca y París. En todos los lugares tuvo dificultades con la Inquisición, encarcelamientos y juicios, porque predicaba por las calles y animaba a todos a vivir conforme a evangelio, pero no se lo permitían hacer hasta que terminara sus estudios.
En París compartió la habitación con dos estudiantes: Pedro Fabro, de Saboya, y Francisco Javier, de Navarra. Se hicieron amigos y se unieron a él junto a otros estudiantes: el portugués Simón Rodríguez y los españoles Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Nicolás de Bobadilla. Oraban, estudiaban y hablaban juntos de las cosas de Dios.
Los siete amigos decidieron peregrinar a Roma y presentarse ante el papa "a fin de que él los envíe adonde juzgue que será más favorable a la gloria de Dios y utilidad de las almas".
En Roma se les unieron otros jóvenes y decidieron llamarse "Compañía de Jesús", haciendo los votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia, al que añadieron otro voto de obediencia al papa para las misiones que les confíe.
Fijaron su residencia en una vieja casa situada en el centro de Roma, frente a una capillita dedicada a la Virgen María que, con el tiempo, se convirtió en la gran iglesia del Gesú. Allí formó a los primeros aspirantes y desde allí envió misioneros a distintos países de Europa, Asia, África y América.
Además de formar a sus religiosos, escribir las constituciones del instituto y otras tareas de gobierno, Ignacio fundó varias instituciones educativas, casas para acoger judíos y musulmanes que se convertían al cristianismo, un refugio para mujeres sin hogar, y organizó colectas para los pobres y los prisioneros.
Falleció a los 65 años, que en aquella época era una ancianidad venerable. Al morir Ignacio, la Compañía de Jesús contaba con unos 1000 religioso, distribuidos en 11 Provincias (circunscripciones territoriales), con 92 casas, de las que 33 correspondían a obras educativas. Sus restos reposan en Roma, en la Iglesia del Gesú.
En nuestros días, los jesuitas son unos 14.000, presentes en 1.200 casas en 127 países. La familia ignaciana se extiende más allá de las estructuras de la Compañía de Jesús en numerosos grupos y asociaciones de laicos identificados con la espiritualidad ignaciana.
En 1974, bajo el generalato del padre Pedro Arrupe, optaron por consagrar su vida a la evangelización y a la promoción de la justicia de manera inseparable. Esto les conllevó incomprensiones por parte de algunos miembros de la jerarquía eclesiástica, pero han permanecido firmes en su decisión por fidelidad al evangelio.
Hoy, por primera vez en la historia, el papa es jesuita. Además, tienen 9 cardenales, 17 arzobispos y 42 obispos.
Ignacio nació en el castillo de Loyola, junto a la aldea de Azpeitia, en el norte de España. Fue caballero al servicio del emperador Carlos V. Herido en 1521 por una bala de cañón, cuando defendía la fortaleza de Pamplona, fue llevado al castillo de su familia y se sometió a dolorosas cirugías debido a la fractura de una pierna.
Durante su convalecencia, para entretenerse, se dedicó a leer libros que narraban la vida de Cristo y de los santos. Estas lecturas lo llevaron a la conversión.
Una vez curado, peregrinó hasta el monasterio de Nuestra Señora de Montserrat, cerca de Barcelona. Allí, ante la imagen de la Virgen María, veló una noche entera y dejó a sus pies las armas de caballero.
Después se dirigió a Manresa, donde vivió un año dedicado a la oración en una cueva: "Y estando allí se le empezaron a abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales, como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas" (Autobiografía, 30).
Desde allí se dirigió peregrinando a Jerusalén. Su deseo era quedarse en la ciudad santa, pero no se lo permitieron, por lo que pasado un año tuvo que regresar a España.
Estudió filosofía y teología en Barcelona, Alcalá de Henares, Salamanca y París. En todos los lugares tuvo dificultades con la Inquisición, encarcelamientos y juicios, porque predicaba por las calles y animaba a todos a vivir conforme a evangelio, pero no se lo permitían hacer hasta que terminara sus estudios.
En París compartió la habitación con dos estudiantes: Pedro Fabro, de Saboya, y Francisco Javier, de Navarra. Se hicieron amigos y se unieron a él junto a otros estudiantes: el portugués Simón Rodríguez y los españoles Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Nicolás de Bobadilla. Oraban, estudiaban y hablaban juntos de las cosas de Dios.
Los siete amigos decidieron peregrinar a Roma y presentarse ante el papa "a fin de que él los envíe adonde juzgue que será más favorable a la gloria de Dios y utilidad de las almas".
En Roma se les unieron otros jóvenes y decidieron llamarse "Compañía de Jesús", haciendo los votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia, al que añadieron otro voto de obediencia al papa para las misiones que les confíe.
Fijaron su residencia en una vieja casa situada en el centro de Roma, frente a una capillita dedicada a la Virgen María que, con el tiempo, se convirtió en la gran iglesia del Gesú. Allí formó a los primeros aspirantes y desde allí envió misioneros a distintos países de Europa, Asia, África y América.
Además de formar a sus religiosos, escribir las constituciones del instituto y otras tareas de gobierno, Ignacio fundó varias instituciones educativas, casas para acoger judíos y musulmanes que se convertían al cristianismo, un refugio para mujeres sin hogar, y organizó colectas para los pobres y los prisioneros.
Falleció a los 65 años, que en aquella época era una ancianidad venerable. Al morir Ignacio, la Compañía de Jesús contaba con unos 1000 religioso, distribuidos en 11 Provincias (circunscripciones territoriales), con 92 casas, de las que 33 correspondían a obras educativas. Sus restos reposan en Roma, en la Iglesia del Gesú.
En nuestros días, los jesuitas son unos 14.000, presentes en 1.200 casas en 127 países. La familia ignaciana se extiende más allá de las estructuras de la Compañía de Jesús en numerosos grupos y asociaciones de laicos identificados con la espiritualidad ignaciana.
En 1974, bajo el generalato del padre Pedro Arrupe, optaron por consagrar su vida a la evangelización y a la promoción de la justicia de manera inseparable. Esto les conllevó incomprensiones por parte de algunos miembros de la jerarquía eclesiástica, pero han permanecido firmes en su decisión por fidelidad al evangelio.
Hoy, por primera vez en la historia, el papa es jesuita. Además, tienen 9 cardenales, 17 arzobispos y 42 obispos.
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