Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 9 de julio de 2023

Novena a la Virgen del Carmen, día tercero: La Virgen María en la anunciación del Señor


Novena a la Virgen del Carmen, día tercero: La Virgen María en la anunciación del Señor. La imagen que acompaña esta entrada se encuentra en la ciudad española de Melilla. 

Salutación a la Virgen. Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A ti, celestial princesa, Virgen Sagrada María, te ofrezco en este día alma, vida y corazón; mírame con compasión, no me dejes, Madre mía.

Oración inicial. Señor Dios nuestro, que has honrado a la Orden del Carmen con la advocación especial de la bienaventurada Virgen María, Madre de tu Hijo; concede a cuantos celebramos el tercer día de esta novena en su honor que, guiados por su ejemplo y protección, crezcamos en la fe, la esperanza y la caridad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Invocaciones

ROSA DEL CARMELO, perfúmanos en el alma y en el cuerpo, para que seamos buen olor de Cristo en medio de nuestros hermanos. Dios te salve, María…

ESTRELLA DEL MAR, conduce nuestra barquilla en el mar de la vida hasta que lleguemos a las playas luminosas de la patria celestial. Dios te salve, María…

REINA DEL CIELO, que un día gocemos de tu compañía en la eternidad y proclamemos contigo la grandeza del Señor, porque el Poderoso hizo en ti maravillas. Dios te salve, María…

(Pídase la gracia que se desea alcanzar)

Letanías

Santa María, madre de Dios y madre nuestra, ruega por nosotros.
Zarza ardiente, ruega por nosotros.
Tabernáculo del Altísimo, ruega por nosotros.
Arca de la Alianza, ruega por nosotros.
Sede de la Sabiduría, ruega por nosotros.
Ciudad de Dios, ruega por nosotros.
Puerta Oriental siempre abierta, ruega por nosotros.
Fuente de Agua Viva, ruega por nosotros.
Aurora de la salvación, ruega por nosotros.
Madre y hermosura del Carmelo, ruega por nosotros.

- Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
- Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración final. Virgen María, madre y hermosura del Carmelo, estrella del mar, en esta novena acudimos a ti implorando tu amparo. Madre de Dios y madre nuestra, dirige tu mirada a todos los que invocamos tu auxilio, escucha nuestras plegarias y enséñanos a servir a Jesús con corazón sincero, como hiciste tú. Madre de misericordia y refugio de los pecadores, intercede por nosotros ante tu Hijo Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Blanca flor del Carmelo,
vid en racimo,
celeste claridad,
puro prodigio
al ser, a una,
Madre de Dios y Virgen:
¡Virgen fecunda!

Madre, que florecida
del Enmanuel,
atesoras intacta
la doncellez;
estrella, guía
de los rumbos del mar,
sénos propicia.

- Ave María Purísima.
- Sin pecado concebida.

REFLEXIÓN BÍBLICA: MARÍA EN LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR

Lecturas bíblicas

Lectura del libro de Isaías (7,10s). El Señor dijo a Ajaz: «Pide un signo al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo». Respondió el rey: «No lo pido, no quiero tentar al Señor». Entonces dijo Isaías: «Escucha, casa de David: el Señor, por su cuenta, os dará un signo. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa Dios-con-nosotros». Palabra de Dios.

Salmo responsorial (39). Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios, entonces yo digo: «Aquí estoy, para hacer tu voluntad».

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas.
He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes.

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

No me he guardado en el pecho tu defensa, he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea.

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Del evangelio según san Lucas (1,29ss). El ángel Gabriel dijo a María: «No temas, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra». María contestó: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».

Reflexión

Los poetas y pintores sitúan el acontecimiento en palacios ricamente amueblados, galerías con columnas y cuidados jardines. A María también la pintan vestida y enjoyada como una princesa del Renacimiento. Pero la realidad fue mucho más prosaica. Las excavaciones arqueológicas de Nazaret han encontrado los restos de unas cincuenta casas-cuevas, donde los hombres compartían el espacio con los animales domésticos. Allí no había sillones ni reclinatorios ni alfombras, tampoco torres ni castillos. Dios no necesita de decorados tan elegantes para realizar su obra. Manda a su mensajero a un lugar pobre y desconocido, a una muchacha sencilla, del pueblo. Allí comenzó la historia de nuestra salvación.

El ángel Gabriel anunció a María que Dios la había elegido para ser la madre de su Hijo. Ella pregunta cómo podría ser madre si aún no vivía con su prometido. El ángel le dice que será obra del Espíritu de Dios, para el que nada es imposible. María acepta y se pone enteramente al servicio del plan de Dios. María se manifiesta dispuesta a colaborar con Dios en todo, aunque no termine de entender las cosas; deseosa de cumplir lo que Dios quiere, porque sabe que eso es lo mejor que le puede pasar. Dios ofrece su Espíritu a María; María ofrece su vida a Dios.

La concepción virginal subraya al mismo tiempo la absoluta gratuidad de la obra de Dios y la divinidad de Jesús: Cristo ya existía como segunda persona de la Santísima Trinidad. No es creado en el momento de su concepción (no es el fruto de la unión de un hombre y una mujer), sino que el que ya existía como Dios se hace hombre. El Salvador no es fruto del esfuerzo de la humanidad, de su evolución; sino don de Dios. Jesús no es un superhombre que ha alcanzado la iluminación y nos habla de Dios; Jesús es el eterno Hijo de Dios que se ha hecho verdaderamente hombre: es «la imagen visible del Dios invisible» (Col 1,15), el Emmanuel, «Dios-con-nosotros» (Mt 1,23). No estamos ante un camino ascendente del hombre a Dios, sino ante un camino descendente de Dios al hombre.

Pidamos a María que nos ayude a acoger la voluntad de Dios en nuestras vidas y que nos enseñe a confiar siempre en él.

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