Este texto evangélico nos dice que el bien y el mal coexisten en la sociedad, en la Iglesia y en el corazón de cada uno de nosotros. También nos invita a hacer una opción por el bien, pensando en el desenlace final.
La parábola del trigo y la cizaña nos enseña que Dios es origen del bien (él siembra el trigo a la luz del día), pero no del mal (la cizaña la siembra el maligno de noche, en la oscuridad). Busquemos vivir en la luz de la gracia para que no nos envuelvan las tinieblas del mal.
La tentación de los discípulos es creerse «trigo limpio», querer separar ya mismo el trigo de la cizaña, eliminar a «los malos» (que siempre son los otros).
Pero Jesús nos dice: «Dejad que el trigo y la cizaña crezcan juntos hasta el día de la siega», porque no nos corresponde a nosotros juzgar a los demás (bastante tenemos si sabemos ver la viga en nuestro propio ojo, mejor que dedicarnos a ver la mota de polvo en el ojo ajeno).
Frente a la impaciencia de los creyentes (que quieren acabar inmediatamente con la cizaña), Dios tiene paciencia, porque la última palabra en nuestras vidas no la tendrán el pecado y la muerte, sino la misericordia de Dios.
La parábola del trigo y la cizaña nos enseña que Dios es origen del bien (él siembra el trigo a la luz del día), pero no del mal (la cizaña la siembra el maligno de noche, en la oscuridad). Busquemos vivir en la luz de la gracia para que no nos envuelvan las tinieblas del mal.
La tentación de los discípulos es creerse «trigo limpio», querer separar ya mismo el trigo de la cizaña, eliminar a «los malos» (que siempre son los otros).
Pero Jesús nos dice: «Dejad que el trigo y la cizaña crezcan juntos hasta el día de la siega», porque no nos corresponde a nosotros juzgar a los demás (bastante tenemos si sabemos ver la viga en nuestro propio ojo, mejor que dedicarnos a ver la mota de polvo en el ojo ajeno).
Frente a la impaciencia de los creyentes (que quieren acabar inmediatamente con la cizaña), Dios tiene paciencia, porque la última palabra en nuestras vidas no la tendrán el pecado y la muerte, sino la misericordia de Dios.
Por eso, Dios siempre ofrece a todos una nueva oportunidad.
Hermanos, intentemos ser trigo, hacer el bien, dar frutos de vida eterna. Pero no perdamos tiempo en mirar lo que hacen o no hacen los demás. Dejemos el juicio a Dios, que es a quien corresponde.
Hermanos, intentemos ser trigo, hacer el bien, dar frutos de vida eterna. Pero no perdamos tiempo en mirar lo que hacen o no hacen los demás. Dejemos el juicio a Dios, que es a quien corresponde.
La gente feliz vive ocupada en sembrar felicidad a su alrededor. La gente amargada vive ocupada en lo que hacen y dicen los demás, metiéndose en sus vidas, sin aportar nada positivo. ¿Dónde quiero situarme yo?
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