Novena a la Virgen del Carmen, día séptimo: María, discípula de Jesús. La imagen que acompaña esta entrada se conserva en el Carmen de Córdoba (España).
Oración inicial. Padre celestial, al celebrar el séptimo día de la novena en honor de la Virgen del Carmen, te pedimos que nos concedas participar, como ella, de la plenitud de tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Invocaciones
ROSA DEL CARMELO, perfúmanos en el alma y en el cuerpo, para que seamos buen olor de Cristo en medio de nuestros hermanos. Dios te salve, María…
ESTRELLA DEL MAR, conduce nuestra barquilla en el mar de la vida hasta que lleguemos a las playas luminosas de la patria celestial. Dios te salve, María…
REINA DEL CIELO, que un día gocemos de tu compañía en la eternidad y proclamemos contigo la grandeza del Señor, porque el Poderoso hizo en ti maravillas. Dios te salve, María…
(Pídase la gracia que se desea alcanzar)
Letanías
Santa María, madre de Dios y madre nuestra, ruega por nosotros.
Peregrina de la fe, ruega por nosotros.
Virgen orante, ruega por nosotros.
Perseverante en la entrega, ruega por nosotros.
Modelo de esperanza, ruega por nosotros.
Hermana de los discípulos de Jesús, ruega por nosotros.
Compañera de camino, ruega por nosotros.
Perfecta discípula de Cristo, ruega por nosotros.
Mujer sencilla y discreta, ruega por nosotros.
Madre y hermosura del Carmelo, ruega por nosotros.
- Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
- Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Oración final. Virgen María, madre y hermosura del Carmelo, estrella del mar, en esta novena acudimos a ti implorando tu amparo. Madre de Dios y madre nuestra, dirige tu mirada a todos los que invocamos tu auxilio, escucha nuestras plegarias y enséñanos a servir a Jesús con corazón sincero, como hiciste tú. Madre de misericordia y refugio de los pecadores, intercede por nosotros ante tu Hijo Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
sed nuestro amparo amoroso
sed nuestro amparo amoroso
Madre del Dios del Carmelo.
A San Simón, general,
A San Simón, general,
el escapulario disteis;
insignia que nos pusisteis
insignia que nos pusisteis
de hijos como señal,
contra el incendio infernal
contra el incendio infernal
es defensivo consuelo.
Sed nuestro amparo amoroso
Sed nuestro amparo amoroso
Madre del Dios del Carmelo.
- Ave María Purísima.
- Sin pecado concebida.
REFLEXIÓN BÍBLICA: MARÍA, DISCÍPULA DE JESÚS
Lecturas bíblicas
De la primera carta a los Tesalonicenses (2,13). Continuamente damos gracias a Dios por vosotros, porque habiendo recibido la palabra de Dios predicada por nosotros, la acogisteis, no como palabra humana, sino –como es en realidad– como palabra de Dios, que ejerce su acción en vosotros, los creyentes.
Salmo responsorial. Habla, Señor, que tu siervo escucha.
Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Habla, Señor, que tu siervo escucha.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de mi Dios?
Habla, Señor, que tu siervo escucha.
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo: “salud de mi rostro, Dios mío”.
Habla, Señor, que tu siervo escucha.
Del evangelio según san Lucas (8, l9-21). Fueron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces lo avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte». Él les contestó: «Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra».
Reflexión
«Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica». Los enemigos de Jesús también escuchaban la palabra de Dios, pero no tenían ningún interés en ponerla en práctica. Los cristianos queremos vivir en conformidad con las enseñanzas de la Biblia. En ese propósito, María es el mejor modelo para nosotros. San Lucas nos dice en distintas ocasiones que «María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19.51). Ella es la mujer orante, contemplativa, que medita en silencio todo lo que se refiere a su Hijo.
Durante la infancia de Jesús, María fue su maestra y su protectora. Cuando Jesús comenzó su vida pública, ella se convirtió en discípula. Es la peregrina de la fe, que se pone al servicio de Cristo. María asume que Jesús se debe a su misión y acepta renunciar a sus derechos sobre él para convertirse en miembro de su familia espiritual de una manera nueva.
Como es natural, la fe de María fue creciendo y madurando a lo largo de su vida. Eso sirve para todos, incluso para Jesucristo, del que afirma la Escritura que «crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2,52; cfr. 2,40). La Sagrada Escritura también afirma que ella no terminaba de entender todo lo relacionado con su hijo (Lc 2,50, cf. 1,29.34), pero eso no le impidió ponerse en manos de Dios, fiándose de él hasta las últimas consecuencias, tal como revela su respuesta al ángel: «Aquí está la esclava del Señor; se cumpla en mí tu palabra (= su voluntad)» (Lc 1,38).
Esta fe fuerte fue puesta a prueba desde el principio. A ella se le anunció que su hijo sería rey y salvador de Israel, pero tuvo que darle a luz en un establo. Sin duda, no sería fácil seguir creyendo y esperando en las promesas de Dios cuando tuvo que emigrar a Egipto; ni más tarde, cuando ella y José tenían que esforzarse para poder alimentar al niño.
Pidamos a María que nos ayude a caminar firmes en la fe y en la esperanza, aunque no comprendamos todo lo que sucede a nuestro alrededor, que nos enseñe a vivir como miembros activos de la familia de Jesús.
- Ave María Purísima.
- Sin pecado concebida.
REFLEXIÓN BÍBLICA: MARÍA, DISCÍPULA DE JESÚS
Lecturas bíblicas
De la primera carta a los Tesalonicenses (2,13). Continuamente damos gracias a Dios por vosotros, porque habiendo recibido la palabra de Dios predicada por nosotros, la acogisteis, no como palabra humana, sino –como es en realidad– como palabra de Dios, que ejerce su acción en vosotros, los creyentes.
Salmo responsorial. Habla, Señor, que tu siervo escucha.
Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Habla, Señor, que tu siervo escucha.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de mi Dios?
Habla, Señor, que tu siervo escucha.
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo: “salud de mi rostro, Dios mío”.
Habla, Señor, que tu siervo escucha.
Del evangelio según san Lucas (8, l9-21). Fueron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces lo avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte». Él les contestó: «Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra».
Reflexión
«Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica». Los enemigos de Jesús también escuchaban la palabra de Dios, pero no tenían ningún interés en ponerla en práctica. Los cristianos queremos vivir en conformidad con las enseñanzas de la Biblia. En ese propósito, María es el mejor modelo para nosotros. San Lucas nos dice en distintas ocasiones que «María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19.51). Ella es la mujer orante, contemplativa, que medita en silencio todo lo que se refiere a su Hijo.
Durante la infancia de Jesús, María fue su maestra y su protectora. Cuando Jesús comenzó su vida pública, ella se convirtió en discípula. Es la peregrina de la fe, que se pone al servicio de Cristo. María asume que Jesús se debe a su misión y acepta renunciar a sus derechos sobre él para convertirse en miembro de su familia espiritual de una manera nueva.
Como es natural, la fe de María fue creciendo y madurando a lo largo de su vida. Eso sirve para todos, incluso para Jesucristo, del que afirma la Escritura que «crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2,52; cfr. 2,40). La Sagrada Escritura también afirma que ella no terminaba de entender todo lo relacionado con su hijo (Lc 2,50, cf. 1,29.34), pero eso no le impidió ponerse en manos de Dios, fiándose de él hasta las últimas consecuencias, tal como revela su respuesta al ángel: «Aquí está la esclava del Señor; se cumpla en mí tu palabra (= su voluntad)» (Lc 1,38).
Esta fe fuerte fue puesta a prueba desde el principio. A ella se le anunció que su hijo sería rey y salvador de Israel, pero tuvo que darle a luz en un establo. Sin duda, no sería fácil seguir creyendo y esperando en las promesas de Dios cuando tuvo que emigrar a Egipto; ni más tarde, cuando ella y José tenían que esforzarse para poder alimentar al niño.
Pidamos a María que nos ayude a caminar firmes en la fe y en la esperanza, aunque no comprendamos todo lo que sucede a nuestro alrededor, que nos enseñe a vivir como miembros activos de la familia de Jesús.
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