sábado, 17 de enero de 2015
En defensa del papa Francisco
Aunque la mayoría de los católicos estamos encantados con el papa Francisco, soy plenamente consciente de que algunos grupos dentro y fuera de la Iglesia no están contentos con su manera de actuar y le acusan de las cosas más peregrinas. Incluso de “desacralizar el papado”.
Es lo que le pasaba a Jesús. La mayoría de los que lo escuchaban acogía con gusto sus enseñanzas, pero también había algunos que no querían que nada cambiase y lo veían como una amenaza. Identificaban la religión con determinadas costumbres, tradiciones y manifestaciones culturales y no admitían que alguien afirmase que las cosas podían cambiar. Y menos aún que debieran cambiar para mejorar el mundo.
Algo parecido sucede en nuestros días. Hay quienes identifican a la Iglesia católica con algunas tradiciones y valores sociales, que pueden ser muy buenos y respetables, pero que no son la esencia del cristianismo.
Por ejemplo, hace pocos días, un conocido corresponsal de radio en España afirmó que Francisco es un “papa peronista” y que irá al infierno. Obviamente, no le gustaron algunas actuaciones del pontífice. La dureza de sus palabras no me sorprende demasiado, ya que es el estilo habitual de este periodista. Lo que no deja de sorprenderme es que durante los años pasados fuera la voz principal de la COPE, la radio de los obispos españoles.
Lo mismo sucede con los grandes representantes del sistema financiero estadounidense, que se dedican a lanzar críticas contra el papa Francisco. Importantes miembros de un conocido grupo ultraconservador lo han calificado en varias ocasiones de “comunista”, “marxista”, “pauperista” y de “peligroso” para los intereses de Occidente (que hacen coincidir con “sus” intereses particulares). Esto tampoco me sorprende. Lo que sí es asombroso es que en los años pasados los obispos de Estados Unidos hicieran acuerdos con ese grupo y tuvieran una relación más que amistosa con sus miembros.
Pero no son estas las únicas voces contrarias al papa Francisco que hacen oír su descontento con afirmaciones a veces ofensivas. Es bien conocida la campaña que desde ambientes lefevrianos se está realizando contra el papa, afirmando que es masón, que su elección no fue válida y que según algunas pseudoprofecías sería el antipapa que nos lleva al final de la historia.
Esos ataques desde fuera de la Iglesia entran dentro de lo comprensible. Al fin y al cabo, también atacaban a Juan Pablo II y a Benedicto XVI, fuera por estas o por otras causas.
Más extraña es la oposición abierta que están demostrando algunos que hasta hace poco se presentaban como la esencia del catolicismo y eran aclamados por muchos como tales. Podría nombrar algunos escritores y portales de internet concretos, pero prefiero no descender a detalles.
Nos puede pasar a todos, que aclamamos al papa cuando dice o hace lo que nos gusta y lo rechazamos cuando hace o dice lo que no nos gusta. Pero los católicos debemos recordar que el papa es el signo de unidad en la Iglesia, más allá de sus decisiones de gobierno o de sus gustos estéticos. Por eso queremos permanecer en comunión con el sucesor de Pedro y pedimos al Señor que lo acompañe e ilumine en sus decisiones. Amén.
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