Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 11 de abril de 2023

La cincuentena pascual


Durante los primeros siglos del cristianismo, al mismo tiempo que se fue configurando un tiempo de preparación para la Pascua (la Cuaresma), surgió una prolongación de la misma en un periodo de alegría, que duraba 50 días y fue llamado Pentecostés, ya testimoniado por algunos textos del siglo II, que prohíben arrodillarse en esos días, así como autores del siglo III, como Tertuliano († c. 220) y Orígenes († 254). Veamos la historia y el contenido de este periodo de tiempo:

El término fue tomado de la Biblia griega (Tob 2,1; 2Mac 12,32), que lo usa para traducir la fiesta de la siega (ÉEx 23,16) o de las semanas (una semana de semanas más un día festivo 7×7+1=50, tal como la explica Lev 23,15-16).

En Canaán, la fiesta de "los Ázimos" suponía el inicio de la cosecha de los cereales, que concluía en "Shavuot" (en griego "Pentecostés").

Los israelitas historizaron ambas fiestas, convirtiendo la del inicio de la siega en celebración de la salida de Egipto y la del final de la siega en celebración del don de la Ley, ocasión para ratificar anualmente la alianza del Sinaí.

En origen, Pentecostés no era una fiesta de un día, sino el conjunto de cincuenta días de fiesta en honor de la resurrección, pero pronto adquirieron especial importancia la primera semana (con catequesis mistagógicas para los neófitos), el día final (que terminó convirtiéndose en día bautismal, precedido por un ayuno de preparación y prolongado con una octava) y el cuarantésimo día (fiesta de la Ascensión, que ya san Agustín testimonia como observada por todo el mundo cristiano).

La primera lectura de los domingos de la cincuentena pascual está tomada de los Hechos de los apóstoles y presenta el nacimiento de la Iglesia y la vida de los primeros cristianos. Casi todos los evangelios dominicales están tomados del evangelio según san Juan.

El segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia concluye la octava de Pascua y se lee en misa el evangelio de la aparición de Cristo resucitado a los discípulos, a los ocho días de Pascua, cuando santo Tomás se encontraba con sus compañeros. Jesús hace entonces la bienaventuranza de la fe: "Dichosos los que crean sin haber visto".

El cuarto domingo de Pascua se celebra la fiesta de Jesús, buen Pastor y la jornada mundial de oración por las vocaciones, en la que pedimos al Señor que nos dé pastores con un corazón como el suyo, dispuestos a servir y a dar la vida por sus hermanos.

El séptimo domingo de Pascua se celebra la Ascensión. La primera lectura del día de la Ascensión del Señor recoge el momento en el que Jesús resucitado se despide de sus discípulos antes de «subir» al cielo (Hch 1,1-11) y en la segunda lectura del día, san Pablo afirma que Jesús resucitado «se sentó a la derecha de Dios» (Hch 1,9). Estas imágenes (subir y sentarse en el trono) van muy unidas, ya que en el Antiguo Testamento se habla de la «ascensión» del rey para indicar su entronización. Por lo tanto, ambas imágenes hablan de la glorificación de Jesús resucitado. 

El octavo domingo de Pascua se celebra Pentecostés, especialmente consagrado al don del Espíritu Santo, que Cristo sigue enviando desde el Padre.

Después, como corolario, vienen las fiestas de la Santísima Trinidad, el Corpus Christi y el Sagrado Corazón de Jesús.

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