Pronto celebraremos la fiesta de la Ascensión del señor a los cielos (donde el próximo jueves no es festivo, se pasa al domingo séptimo de Pascua). Y el domingo siguiente es la fiesta de Pentecostés. Es natural que el evangelio del sexto domingo de Pascua hable de la despedida de Jesús y de sus promesas: "No les dejo solos, les enviaré el Espíritu Defensor para que sea su fuerza y puedan continuar mi obra".
Los evangelios hablan del Espíritu "Paráclito". Esta palabra griega significa a la vez "defensor" y "consolador". Esta es la misión del Espíritu Santo: defendernos del maligno y consolarnos en las dificultades.
Con la fuerza del Espíritu Santo, estamos llamados a dar a todos "razón de nuestra esperanza con mansedumbre, respeto y buena conciencia", tal como nos pide san Pedro en la segunda lectura (1Pe 3,15-16).
El cristianismo no se puede imponer por la fuerza, pero tenemos que proponerlo a todos con respeto y valentía. Queremos que todos alcancen la plenitud de la vida, por eso tenemos que darles a conocer al que es "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6).
En medio de las dificultades y contradicciones de la vida, nunca olvidemos que nuestro Dios es un Dios de paz y que Jesucristo nos regala una paz que el mundo no conoce y tampoco puede quitarnos; una paz que va unida al don del Espíritu y nos permite superar todos los miedos: "La Paz les dejo, mi Paz les doy: No se la doy como la da el mundo. Que no tiemble su corazón ni se acobarde" (Jn 14,27).
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