Mientras nos preparamos para la fiesta de Pentecostés, es bueno recordar que el Espíritu Santo realiza en cada uno de nosotros una recreación, tal como dice san Pablo: «habéis sido lavados, santificados y justificados en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios» (1Cor 6,11).
Con el don del Espíritu, Dios Padre ya nos ha dado lo que un día esperamos alcanzar en plenitud: la filiación divina, la misma vida de su Hijo: «habéis recibido un Espíritu de hijos adoptivos que os hace clamar Abba» (Rom 8,15), «la señal de que ya sois hijos es que Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo» (Gál 4,6).
Mientras tanto, el Espíritu «ha sido enviado a nuestros corazones» (Gál 4,6), ha entrado en nuestra profundidad más íntima, ha transformado nuestras raíces más secretas, por lo que nos hemos convertido en «Templos del Espíritu» (1Cor 3,16; 6,19).
El Espíritu Santo es ya la pregustación, la posesión anticipada, la garantía de lo que un día alcanzaremos, la «prenda», la «fianza», las «arras», el «sello» de nuestra herencia prometida: «fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es prenda de nuestra herencia» (Ef 1,13-14), «con él fuisteis sellados para el día de la redención» (Ef 4,30), «el que nos ha destinado a esto es Dios, que nos ha dado en arras el Espíritu» (2Cor 5,5), «Dios nos ungió y nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones» (2Cor 1,22).
El Espíritu Santo es ya la pregustación, la posesión anticipada, la garantía de lo que un día alcanzaremos, la «prenda», la «fianza», las «arras», el «sello» de nuestra herencia prometida: «fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es prenda de nuestra herencia» (Ef 1,13-14), «con él fuisteis sellados para el día de la redención» (Ef 4,30), «el que nos ha destinado a esto es Dios, que nos ha dado en arras el Espíritu» (2Cor 5,5), «Dios nos ungió y nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones» (2Cor 1,22).
Deseo a todos una feliz preparación para la hermosa fiesta de Pentecostés. Que el Espíritu descienda sobre nosotros, sobre la Iglesia y sobre el mundo. Amén.
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