Dicen que la Iglesia está en crisis. Y es verdad. Pero no es la primera vez en su historia ni será la última. La primera lectura de la misa de este domingo (Hch 6,1-7) nos presenta la primera crisis de la Iglesia: la falta de entendimiento entre los cristianos "helenistas" (que hablaban griego y provenían de fuera de la tierra de Israel) y los "hebreos" (que habían nacido en Israel y hablaban arameo).
Eran dos grupos muy distintos entre sí por cuestiones culturales y lingüísticas, pero se sentaron a dialogar y llegaron a un acuerdo. Es verdad que los problemas volvieron a surgir más tarde y de nuevo hubo que volver a tratarlos en el llamado concilio de Jerusalén, pero lo importante es que se dialogaba y se buscaban soluciones entre todos.
De momento, lo que hicieron fue "inventar" un nuevo ministerio en la Iglesia: el de los diáconos. Así la Iglesia fue organizándose y desarrollando aquellos carismas que la ayudaban a crecer. Algunos de los ministerios que surgieron entonces ya no existen, otros sí.
En la actual situación de crisis social y eclesial, los cristianos también deben sentarse a dialogar para encontrar soluciones nuevas. No se pueden dar respuestas viejas a problemas nuevos.
El papa Francisco quiere que se hable y se busquen propuestas para las cambiantes situaciones que nos tocan vivir. Por eso ha convocado un sínodo sobre la “sinodalidad”, sobre lo que significa que la Iglesia hay que construirla entre todos.
Como es natural, hay quienes están en contra porque quieren que todo siga igual, que nada cambie, y lo repiten continuamente. Pero la verdad es que ha cambiado el mundo y la Iglesia debe dar respuesta a los interrogantes que se le plantean.
Los primeros cristianos no tuvieron miedo de inventar nuevos ministerios, de abandonar unas estructuras heredadas y de crear otras, de buscar respuestas novedosas a los problemas que iban surgiendo.
Esa es la verdadera fidelidad a Cristo: adaptar su mensaje en cada situación concreta de la vida, porque él sigue vivo y quiere seguir siendo fuerza de salvación para los creyentes. Pero cuenta con nosotros. Y quiere que usemos nuestras capacidades para hacer llegar su gracia a los hombres de hoy.
San Juan de la Cruz recuerda que Dios no inspiró a Moisés que nombrara 70 ancianos como colaboradores suyos. Él lo hizo porque se lo sugirió su suegro y a él le pareció bien. Así debemos hacer nosotros: usar nuestra inteligencia e imaginación para encontrar la manera de responder a las situaciones concretas que nos presenta la vida, sin esperar a que la solución nos venga del cielo. Dios nos ha dado la inteligencia, y quiere que la usemos.
El Señor ilumine al papa Francisco y a los responsables de guiar su Iglesia para que busquen nuevas respuestas para los problemas contemporáneos y nuevos ministerios con los que dar respuesta a las necesidades actuales de la Iglesia. Amén.
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