En algunos cuadros se pintan sobre la cabeza de María, a modo de velo, como en este cuadro pintado por Sandro Boticelli en 1480.
En otros casos, como en este cuadro de Juan Bautista Salvi, el Sassoferrato (1609-1685), María lo usa para cubrir a Jesús (o para descubrirlo y mostrarlo al espectador, de manera que se vea el realismo de la Encarnación).
Ahora vamos a ver algunos cuadros que representan a Jesús con roquetes transparentes. Algunos ya los publiqué en otras entradas en el pasado. Hoy los coloco juntos.
Niño Jesús con los símbolos de la pasión, siglo XVII. Este pertenece a una colección particular, pero hay uno muy parecido en la catedral de Ibiza, lo que indica que copian algún grabado de la época.
Este cuadro fue pintado por Josefa de Óbidos (1630-1684). Una artista que influenció definitivamente las creaciones de España y Portugal en su época, mezclando influencias europeas y orientales en sus pinturas. Se encuentra en la Iglesia de la Asunción (Cascais, Portugal).
Otra pintura de la famosa Josefa de Óbidos, con el Niño Jesús vestido con un roquete transparente y una melena muy barroca, del gusto de su época.
El niño de este cuadro, que representa a María con el título "refugio de los pecadores", lleva un roquete tan sutil que se aprecia con dificultad y es tan transparente que el autor ha añadido un paño de pudor por encima. El pintor fue el mexicano José de Páez (1720-1790).
Este fue pintado hacia 1726 por algún artista de España y se conserva en el The Bowes Museum, en Durham (Inglaterra). Representa al Niño Jesús entregando signos de su pasión a santa Teresa de Jesús y a san Juan de la Cruz.
El niño lleva puesto un vestido de tul transparente con bordados, que deja ver todo su cuerpecito. No es el traje más adecuado para un niño, pero en la antigüedad se pintaron varios cuadros similares para indicar que el Hijo de Dios se hizo hombre de verdad, uno de nosotros.
De alguna manera, este cuadro subraya la devoción del Carmelo por la "sacratísima humanidad" de Jesucristo, que nos ha traído la salvación.
Santa Teresa de Jesús insiste en que todos los bienes nos han venido a través de la sacratísima humanidad de Jesús. No de un Dios abstracto, sin forma ni figura, sino el Hijo de Dios encarnado, hecho uno de nosotros por amor a nosotros:
«Procuraba lo más que podía traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente, y esta era mi manera de oración… Yo solo podía pensar en Cristo como hombre… La Humanidad de Cristo ha de ser el medio para la más subida contemplación… Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes; mirando su vida es el mejor dechado (el modelo, el dibujo sobre el que se borda en una tela)… Es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y vémosle con flaquezas y trabajos, y es compañía» (Vida 4).
Lo mismo podemos decir de san Juan de la Cruz, que resume nuestra vida en «imitar a Cristo en todas sus cosas, conformándose con su vida, la cual debe considerar para saber imitarla y actuar en todas las cosas como actuaría él» (1Subida 13,3; Dichos 159).
En el ático de un retablo en Fontiveros hay un cuadro de temática similar, aunque de autor más popular, que no se atrevió a pintar las transparencias en el vestido del Niño.
En este precioso cuadro de Lucas Cranach el viejo (1472-1553) es un ángel que está de espaldas a nosotros el que lleva el roquete transparente.
Feliz día a todos y no salgan a la calle con un vestido similar.
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