Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 28 de mayo de 2023

Domingo de Pentecostés


Como conclusión de las fiestas pascuales, en Pentecostés celebramos el gran regalo de Jesús resucitado para su Iglesia y para los creyentes de cada generación: el Espíritu Santo.

Precisamente un día de Pentecostés, Jesús llevó a plenitud su obra de salvación. Por eso, para los cristianos esta fiesta es el perenne recuerdo de que el Espíritu de Dios guía la Iglesia hacia la plenitud. Él actúa en los sacramentos, nos convierte en hijos de Dios y un día nos resucitará de la muerte para hacernos partícipes de la vida eterna.

San Pablo enseña que el don del Espíritu es la demostración de que Dios nos toma en serio y nos convierte en hijos suyos: «La señal de que ya sois hijos es que Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo» (Gál 4,6).

Los Hechos de los Apóstoles dicen que el Espíritu Santo descendió sobre la primera comunidad cristiana, que se encontraba reunida en oración con María, la madre de Jesús.

Esto nos enseña que la Iglesia es:

- Una (los creyentes oraban unidos, con una sola alma y un solo corazón).
- Santa (reciben el Espíritu de santidad).
- Católica (es decir, universal, ya que hablan todos los idiomas y se dirigen a todos los pueblos).
- Apostólica (ya que el Espíritu desciende sobre los apóstoles, a los que consagra como enviados de Cristo)
- Mariana (oraban unidos a María).
- Misionera (ese mismo día empiezan la predicación a todos los pueblos).

De alguna manera, Pentecostés anticipa toda la historia de la Iglesia.

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