Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 17 de abril de 2024

Beato Bautista Spagnoli, o. carm. (17 de abril)


El beato Bautista Spagnoli nació en Mantua (Italia), en 1447. Entró muy joven en los carmelitas de Ferrara. Fue profesor de teología en varios centros y escribió numerosas obras en un latín muy elegante (unos 70 libros en prosa y más de 60.000 versos. De algunas obras suyas se hicieron más de 150 ediciones). Reconocido humanista e inspiradísimo poeta, fue amigo de los mayores eruditos de su tiempo. 


Erasmo de Róterdam (con el que mantuvo una fluida relación epistolar) lo llamó «el Virgilio cristiano» y su gran amigo Pico de la Mirándola decía de sus versos eran «divinos y santísimos». Shakespeare pone algunos versos suyos en boca de un personaje que quiere presumir de culto y erudito. En los cuadros y grabados antiguos se lo representa coronado de laurel, como a los clásicos greco-latinos.


Hacia 1490 escribió el relato de la traslación de la santa casa de Loreto. Es la primera referencia que se tiene a esta tradición, que quizás fue creada por él.


De espíritu reformista, fue seis veces vicario general de la congregación de Mantua, a la que también pertenecieron los beatos Ángel Agustín Mazinghi, Bartolomé Fanti y Juan Soreth. En 1513 fue elegido prior general de toda la Orden. 

Fue invitado a predicar ante el papa y la curia romana en la basílica de San Pedro, y sorprendió a todos con un discurso encendido sobre la urgencia de reformar la Iglesia en todos sus estamentos: clero, religiosos y fieles. Hasta el punto de que después Lutero lo citaba y quiso ver en él un precursor suyo.

Participó en el V concilio lateranense y fue delegado de papa en algunas misiones diplomáticas. Murió en 1516. Su culto litúrgico inmemorial en Mantua y en la Orden del Carmen fue aprobado para toda la Iglesia en 1885.

Oración colecta. Señor Dios nuestro, que hiciste del beato Bautista, fiel servidor de María, un modelo de meditación y predicación del evangelio; concédenos, por su intercesión, con María meditar tu palabra y con ella proclamar tu grandeza con nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Oración sobre las ofrendas. Padre santo, acepta estos dones que, como siervos tuyos, presentamos en tu altar para celebrar la fiesta del beato Bautista, y concédenos que, libres de los obstáculos del mundo, seas tú nuestra única riqueza. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración después de la comunión. Padre celestial, te rogamos que, por la gracia de este sacramento, a ejemplo del beato Bautista, nos mantengas siempre en tu amor y lleves a su perfección, hasta que Cristo venga, la obra que has comenzado en nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

De un escrito "Sobre la paciencia" del beato Bautista Spagnoli.

Remedio eficacísimo y admirable contra los dolores del cuerpo y la tristeza del alma sacarás de la lectura de la Escritura sagrada; y, ciertamente, a mi juicio, ningún razonamiento hallarás, aunque con sumo esmero pergeñado y adornado y brillante con la suma elocuencia, que mejor pueda consolar los espíritus abatidos y alejar las preocupaciones. 

Lo tengo muy experimentado. Porque en ocasiones en que me hallaba sumergido en grandes ansiedades, de las cuales fertilísimo terreno es la vida esta turbulenta de los mortales, acudí siempre a las sagradas páginas, como a inexpugnable fortaleza y puntual medicamento para el ánimo conturbado, y el alivio que allí buscaba lo hallé sin que jamás me haya defraudado en mi esperanza y en mi deseo.

Muchas veces he recapacitado para mis adentros de dónde le venga a esta Escritura tal poder persuasivo, de dónde tan eficazmente pueda influir en el ánimo de los oyentes, de dónde reciba tanta energía, que a todos impulse no solo a opinar, sino también a sólidamente crecer. 

Esto no se puede atribuir a la evidencia de las razones, las cuales no emplea, no a la compostura del arte o las suaves palabras las más aptas para la persuasión, pues de nada de esto se vale. 

Pero piensa si acaso la causa de todo esto sea la persuasión que tenemos de que esa Escritura procede de la primera Verdad. Pero, ¿quién, si no es ella misma, nos ha dado tal persuasión? Algo así como si su misma autoridad nos indujera a creerla.

Pero, insisto, ¿de dónde ha logrado tal autoridad? Porque nosotros no hemos visto a Dios predicándonos, escribiéndonos, enseñándonos; sin embargo, creemos como si lo hubiéramos visto, ni admitimos sombra de duda de que ha manado del Espíritu Santo lo que leemos. 

Sin duda, esta es la razón de la firmeza de nuestro asentamiento, el hecho de que en ella la verdad es más sólida, aunque no es más clara. Porque toda verdad ejerce una fuerza inclinativa; la verdad mayor, mayor fuerza, la máxima, máxima. 

¿Por qué, entonces, no todos creen el evangelio? Respondo que no todos son atraídos por Dios. Pero, ¿a qué más prolija averiguación? Creemos firmemente las Sagradas Escrituras porque admitimos interiormente su divina inspiración.

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