Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 8 de febrero de 2024

Las características de la Cuaresma


Ya he hablado en muchas ocasiones de la historia y de las peculiaridades de este tiempo litúrgico. Aquí presento un resumen de sus cuatro características principales: tiempo de gracia, tiempo de preparación para la Pascua, tiempo de catequesis bautismal y tiempo de conversión.

Tiempo de gracia

La Cuaresma es, ante todo, un regalo de Dios: «Tú has establecido generosamente este tiempo de gracia para renovar en santidad a tus hijos». [...] El himno de laudes (edición española) canta: «Este es el día del Señor, este el tiempo de la misericordia», evocando a san Pablo, que dice: «En el tiempo de la gracia te escucho, en el día de la salvación te ayudo. Pues mirad: ahora es el tiempo de la gracia, ahora es el día de la salvación» (2Cor 6,2, cf. Is 49,8).

Para comprender el mensaje de estos textos, tenemos que recordar las leyes sobre el año jubilar (Lev 25). Cada 50 años se debía perdonar las deudas y liberar a los esclavos israelitas, recuperando las posesiones que se habían vendido por necesidades económicas. Era una manera de impedir que algunas familias se quedaran con todo y que los más débiles terminaran por no tener nada. 

La institución jubilar nunca se realizó hasta las últimas consecuencias. Era más un deseo que una realidad. Por eso los profetas anunciaban que el mesías establecería el verdadero año jubilar, tiempo de gracia y de perdón. 

Jesús, leyendo en la sinagoga de Nazaret un texto que habla de esto, exclamó: «Esta Escritura se ha cumplido hoy» (Lc 4,21, cf. Is 61). Con Cristo se establece en nuestra historia el tiempo de la salvación. 

Todas las celebraciones de la Iglesia son actuación del año de gracia, especialmente la cercana Pascua, en la que se perdonan todas las deudas y somos redimidos en la Sangre de Cristo.

Por eso, san León Magno en Cuaresma invitaba a hacer las mismas cosas de siempre, pero con una atención mayor: «En estos días, hay que poner especial solicitud y devoción en cumplir aquellas cosas que los cristianos deben realizar en todo tiempo». 

[...] Así pues, la Cuaresma no significa un paréntesis en el camino, sino una oportunidad de concentrarnos en lo importante, dejando de lado lo accesorio. [...]

Tiempo de preparación para la Pascua

Como en los primeros siglos, hoy la Iglesia subraya que la Cuaresma es tiempo de preparación para la Pascua: «La Cuaresma es el tiempo que precede y dispone a la celebración de la Pascua. Tiempo de escucha de la Palabra de Dios y de conversión, de preparación y de memoria del bautismo, de reconciliación con Dios y con los hermanos». [...]

Desde el primer día, la liturgia fija la mirada en el destino hacia el que nos dirigimos, que son las celebraciones pascuales: «Oh Dios, derrama la gracia de tu bendición sobre estos siervos tuyos que van a recibir la ceniza para que, fieles a las prácticas cuaresmales, puedan llegar con el corazón limpio a la celebración del misterio pascual de tu Hijo». [...] 

La seriedad de estos días y la gravedad de sus textos deben ir unidas a la verdadera alegría, la que surge del gozo de atisbar la meta de nuestra peregrinación: la participación en la Pascua de Cristo.

Tiempo de catequesis bautismal

El ritual propone que los candidatos, después de un tiempo adecuado de preparación catecumenal, entren en un periodo de «purificación e iluminación» que, si no es por causas realmente extraordinarias, debe coincidir con la Cuaresma. [...]

Durante la Cuaresma tienen lugar los diversos «escrutinios» y «entregas». Hablando de la eucaristía, san Pablo dice: «Yo recibí del Señor la tradición que os transmití» (1Cor 11,23). Eso es lo que hace la Iglesia, transmite lo que ella ha recibido de Dios por medio de Jesucristo: los contenidos de la fe, la moral, los sacramentos y la manera de relacionarse con Dios (la oración). [...]

Ese proceso también afecta a los ya bautizados. Por un lado, el ritual les pide que, «en tiempo de Cuaresma, o sea, durante la etapa de purificación e iluminación, acudan con asiduidad a los ritos del escrutinio y de la entrega, y den ejemplo a los catecúmenos de la propia renovación en el espíritu de penitencia, de fe y de caridad». 

Pero no solo deben hacerse presentes para dar buen ejemplo. El ritual añade que esta propuesta «será útil para cuantos quieran ahondar en su vida cristiana, bien individualmente o por medio de reuniones periódicas en las que, a modo de neocatecumenados, se replanteen los compromisos de su fe y de su bautismo». [...]

Tiempo de conversión

En Cuaresma, la Iglesia invita a la conversión por medio de numerosos textos tomados de los profetas, de san Pablo y de los evangelios. [...]

Al hablar de «conversión», el Antiguo Testamento usa la palabra hebrea «šub», que se utilizaba para señalar que alguien que seguía un camino equivocado vuelve atrás y emprende el correcto. El Nuevo Testamento usa la palabra griega «metanoia» que en su origen tenía el mismo sentido, aunque terminó significando «cambiar de opinión, arrepentirse». 

En la Biblia indica una verdadera transformación, que conlleva una nueva manera de actuar: «No os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente» (Rom 12,2). Se trata de cambiar la vida tomando a Jesús como modelo, de abandonar al hombre viejo para revestirse del nuevo (cf. Col 3,9-10). 

El hombre «viejo» o «carnal» se guía por los instintos, como el primer Adán. El hombre «nuevo» o «espiritual» (es decir, convertido) es el que se deja guiar por el Espíritu, a imagen de Cristo. [...]

En último término, la conversión consiste en que vivamos conforme a lo que ya somos: «Si vivimos gracias al Espíritu, procedamos también según el Espíritu» (Gal 5,16-26, cf. Flp 2,5). [...]

Podemos decir que la conversión es un «descentrarnos», colocando a Dios como origen y destino de nuestro actuar. [...] Como es natural, esa meta no se alcanza con una Cuaresma, ni con muchas. Es un proceso que dura toda la vida. [...]

La palabra griega «metanoia» se tradujo en el latín de la Vulgata por «poenitentia», por lo que los textos bíblicos que invitan a la conversión, se entendieron como llamadas a la penitencia. La conversión no la excluye, pero, como hemos visto, es algo más radical.

Tomado de mi libro La fe celebrada. Historia, teología y espiritualidad del año litúrgico en los escritos de Benedicto XVI, Burgos 2012, pp. 193-201.

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