Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 29 de febrero de 2024

Jesús purificó el templo de Jerusalén


El domingo tercero de Cuaresma del ciclo "b", en el evangelio de la misa se lee la escena de la purificación del templo. Las lecturas de la misa quieren invitarnos a reflexionar sobre cuál es el culto que Dios quiere, el verdadero culto cristiano.

Para los judíos, como para otros pueblos de aquella época, lo esencial era el sacrificio de animales en el templo según un ceremonial muy concreto. 

Jesús dice que eso ya se ha terminado, que Dios no quiere eso, sino un culto "en espíritu y verdad", no unido a un lugar, a un idioma, a unos ritos.

Ya hemos explicado otras veces que, cuando Jesús denuncia que hemos convertido el templo en "una cueva de ladrones", no está acusando de cobrar demasiado caro a los que venden ovejas para los sacrificios ni tampoco acusa de engañar a sus clientes a los banqueros que cambiaban las monedas de los peregrinos (con imágenes e inscripciones de falsos dioses, por lo que no eran admitidas en el templo) por otras con las que hacer su limosna.

Lo que hace Jesús es condenar a los que creen que pueden "comprar" el favor de Dios con esos sacrificios y limosnas, pero sin que después la religión influya en su vida concreta. Ellos son los "ladrones" o "bandidos".

Nuestros ritos litúrgicos tienen su importancia, pero no son lo esencial. Lo que Dios espera de nosotros nos lo dice la primera lectura, que recoge los diez mandamientos de la ley de Dios.

Y los textos proféticos que no nos cansamos de leer en estos días de Cuaresma insisten siempre en la misma idea: lo que Dios espera de nosotros es que seamos misericordiosos, acogedores, dispuestos a compartir y a perdonar. Ese es el verdadero culto, el verdadero ayuno, el verdadero sacrificio.

La pintura del artista inglés Peter Winfred Koenig actualiza la escena, presentando a Jesús como un contemporáneo nuestro, que se mueve en nuestros ambientes, tumba nuestra seguridades y nos pide que reflexionemos sobre cómo vivimos la religión.

¿Qué culto ofrezco yo a Dios?, ¿mi fe guía mi vida?, ¿mis obras dan testimonio de que soy cristiano?, ¿ofrezco a Dios el culto en espíritu y verdad que él espera de mí?

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