Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

lunes, 5 de febrero de 2024

Embriagárame de amor. Canta Sayli Pérez


Lo esencial del cristianismo es el amor. Por encima de cualquier otra cosa o consideración, está el misterio del amor de Dios, que envió a su Hijo al mundo para salvarlo. Por eso dice san Juan que "Dios es amor" y que la moral de los cristianos es esta: "Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo".

La mejor manera de celebrar el amor es con cantos. Las palabras normales no son suficientes para manifestar la alegría que sentimos cuando experimentamos el amor de Dios, pero la música viene en nuestra ayuda. 

En la Biblia, el libro de los salmos es una colección de cantos litúrgicos. También la mayoría de los oráculos proféticos y otros textos bíblicos, como el Cantar de los cantares, fueron escritos para ser cantados. La oración, la música y la danza están muy unidas en la Sagrada Escritura. Por eso, san Agustín decía que "el que canta ora dos veces". 

Este canto de José Manuel Montesinos habla de una borrachera, no de vino, sino de amor. Así lo presenta el compositor: "Hemos andado dando tumbos, sabemos del fracaso y de nuestra traición… pero aún queda en nuestra alma un deseo de Dios, una nostalgia de pureza, un ansia de amor grande que nunca acaba… Nos han arrojado en medio de la plaza y muchos están dispuestos a apedrearnos, quizá nosotros mismos… pero Jesús nos mira con entrañable ternura, reconciliándonos con él y con nuestro corazón que ansía embriagarse de amor". (Tomado del blog de José Manuel: el lenguaje de las flores).

En el vídeo, lo interpreta Sayli Pérez, nacida en Cuba y actualmente afincada en República Dominicana con su esposo. 

Embriagárame,
embriagárame de amor…
me embriagaría.
Con la alegría
de mi Señor
me llenaría.

Calmar quisiera esta sed dromedaria
en el oasis de amor que me llena.
Atravesar la llanura calvaria
de las estatuas de sal
y de los besos de arena.

Domar quisiera este potro indomable
con un dulzor de palabras sencillas,
pedir perdón por lo imperdonable
y que me dieras la paz
con un beso en las mejillas.

¡Ay, quién pudiera emprender el camino
hasta encontrar el amor verdadero!
Como Tobías, marchar peregrino
con el arcángel Rafael
para mostrarme el sendero.

Tanto soñé aquel abrazo precioso
del hijo pródigo, apenas si visto,
de la viuda que besa a su esposo,
de la reconciliación
entre Simón Pedro y Cristo…

Embriagárame,
embriagárame de amor…

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